jueves, 12 de abril de 2012

Pascua de Resurrección


¡Qué veloces van las horas

recorriendo su camino!

Semejan un torbellino

o un furioso vendaval,

que trastorna en un momento

cuanto levanta a su paso,

y lo que ahora nos muestra

presto nos vuelve a ocultar.

Ya estamos en el domingo,

en la mañana de Pascua,

ya quedan para el pasado

las horas de la Pasión,

ya un suspiro de alegría

generosa ensancha el pecho,

de los fieles que han seguido

los caminos del Señor.

Apenas han terminado

de ungir el Cuerpo Sagrado,

con su piedad las mujeres,

cuando no hace falta ya.

Que el que es Señor de la vida

la toma cual la dejara

¡Ya van  sus llagas bañadas

en divina claridad!

Ha dormido ya su sueño

-descanso tras de la guerra-

y ahora sale de la tierra

que en su seno le ocultó,

y un impulso irresistible

que en su alma siempre alienta

le hace decir a los suyos:

-“Me vuelvo Al que me envió”-.

Ya han pasado aquellas horas

de tormento y agonía,

ya la vista de María

aliviada del dolor.

Los que débiles huyeron

van tornando a su regazo,

y glorioso alzas tu brazo

para otorgar el perdón.

Ya tus vestidos teñidos

de púrpura y escarlata

son blancos como la lana,

cual la nieve es su color.

¡Sobre todo, Jesús mío,

esos tus ojos amados,

que brillan con los fulgores

de feliz Resurrección!

Así brillarán ¡oh Madre!

los ojos de estos cristianos,

que han seguido paso a paso

las huellas de su Señor.

Hemos muerto en el calvario

y hoy cantamos ¡Aleluya!

que es el canto del triunfo,

epílogo del dolor.

Y lo cantamos ¡muy alto!

para que llegue hasta el cielo

y lo cantamos ¡muy hondo!

muy dentro del corazón.

Damos a los cuatro vientos

el grito de la victoria.

¡Que se entere el mundo entero

que resucitó el Señor!
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Escrito por Adelina Pérez Blaya en 1957