Es
un amigo muy especial aunque, tal vez cuando te explique como es, te parezca un ser
natural y corriente.
Mi amigo es a veces tierno, romántico y novelero; amigo de
artistas, poetas, pintores y músicos. Le gusta la noche, cuando la luna señorea
el cielo y recama de luz de plata la tierra. Es aniñado y travieso, le gusta
tomar a sus espaldas tiernamente a los niños y hace como que se los lleva. También
cuando juega conmigo me hace caricias o cosquillas, me tira al suelo y me besa siempre
riéndose, pues es el amigo de las mil risas. Me esconde los juguetes, a veces
me trae otros, me ofrece cosas extrañas y se ríe mientras trato de averiguar
para que han servido.
Mi amigo sabe muchas historias de batallas, de mitos
griegos, de sucesos famosos y también de gente sencilla.
Está enterado de muchas cosas, buenas y malas, pero sabe
guardar los secretos. Estar cerca de él casi siempre es una delicia. Quienes le
conocen quieren su amistad y lo buscan una y otra vez, pero a veces...
A veces se pone quejumbroso. Me acerco a él y le oigo
protestar y refunfuñar no sé contra quien. Su voz enronquecida me asusta, tiene
la frente arrugada, el aspecto sombrío y sus cabellos alborotados parecen
blancos. A veces está así en días de lluvia. Yo quiero comprenderlo pero no lo
logro, porque en su enfado se mueve de acá para allá, levanta los brazos y se
agita desmesurado. Me recuerda a un actor de teatro preparando un discurso
terrible. Temo pasar por su lado, no sea que sus bruscos movimientos me
arroyen, porque él sigue y sigue.
También le he visto levantar un peso, que puede ser algo
querido por otros, y arrojarlo lejos como si fuera una pluma. Y se pone peor
cuando además de la lluvia hace viento, que parece que le presta una fuerza que
no tenía. Entonces lo miro y me da pena, pues no se da cuenta de cuánto nos
asusta su actitud y como tememos que nos haga un daño irreparable. ¡Cómo nos
acordamos entonces de su natural pacífico y aniñado, juguetón y servicial!
Rezamos para que el viento se calme y no lo irrite más.
Su hermana es otra cosa, nunca la he visto alterarse. Cuando
él se pone nervioso, ella lo mira seriamente y con su actitud lo amonesta, pero
él parece no impresionarse por ello. A veces también él le tira algo que ella
deja caer al suelo mientras le sigue mirando. Yo me preocupo pero me digo: esto
acabará pronto y volverá a ser rubio y risueño.
A pesar de estas crisis ¡le queremos tanto! Cuando un día
lo veamos os lo presentaré. Algunos de vosotros ya lo conoce, aunque no he
dicho su nombre. Estoy hablando del... Mar.