martes, 30 de abril de 2013

SEDUCTORA - SEXTA PARTE


Como tenía que esperar a al día siguiente para volver al despacho, me fui en busca de mis amigas al chiringuito. Allí estaban algunos chicos y otros fueron llegando. Los que habían llegado primero se unieron a las chicas formando un corro, y hoy, gentiles, traían las consumiciones de las chicas.  Como yo tenía hambre, pedí algo de beber y de comer, fueron dos a la barra a pedir para mí por lo que el encargado nos pidió un poco de orden y menos juerga.
Este pequeño barullo lo aprovechó Mario para ponerse a mi lado y en voz baja decirme: 
__¿Quién te ha puesto así de guapa?
__¡Pero si no me he pintado!
__Es que tu vienes guapa de dentro ¿algún galán te ha piropeado?
Me quedé muy sorprendida de que él pudiera notar mis sentimientos y no quise defraudar su observación:
__No ha sido realmente un piropo, pero me ha gustado. En la parada del autobús había un matrimonio. Hablando con ellos de los estudios y el trabajo me ha dicho el hombre: ¡quien tuviera una hija como tu!, mientras su mujer asentía con la cabeza. ¿No es esto bonito? Más teniendo en cuenta que mis padres nunca me elogian.
En esto había llegado mi merienda y me dispuse a coger el bocadillo, pero Mario me había puesto una mano en el hombro para decirme al oído.
__Tendré que buscar yo unas palabras que te pongan así de guapa. Anda, ya te dejo comer.
Mario es ya un hombre, los demás compañeros son aun muchachos y les molesta que tenga cierto aplomo y no participe de las bromitas y empujones de los jóvenes.
De entre estos surgió una voz, que queriendo ser amistosa, salió algo burlona:
__¿Y cómo siendo tú mayor que nosotros estás en el mismo curso?
__Eso mismo digo yo, apoyó otro.
Mario sabía que tendría que hacerse perdonar su superioridad dando una explicación convincente.
__Pues veréis: tengo dos cursos de atraso. Uno porque el año que murió mi padre no pude estudiar como es debido, y suspendí. Y del último sólo tengo dos asignaturas suspendidas, ya veis que no voy a todas las clases. Sabéis también que vengo de otra facultad. Pues bien, hay allí un profesor algo mayor y bastante cansado, nos daba historia antigua y para un examen nos repartió los folios, tres por alumno, diciendo que no hacía falta más. A mí me pareció poco papel porque eran muchas preguntas, así que con letra muy pequeña contesté a todo. Queriendo hacerlo bien me perdí. Llegó la hora de las notas y la mía no aparecía entre los aprobados ni entre los suspensos. Muy extrañado fui a verle y realmente estaba molesto por no haber podido leer mi trabajo de letra tan pequeña y por fin, como condescendiente, me dijo: “Trataré de leerlo este verano y ya veremos luego”.
Yo le ofrecí como solución hacerle fotocopias ampliadas al examen para que lo leyera mejor, pero se irritó diciendo que un documento como es un examen no puede salir del departamento. Esperé a septiembre y al intentar hablar con él fue peor, porque su razonamiento era el siguiente: si yo no estaba aprobado ni suspendido ¡es que no estaba matriculado! y si me había colado en el examen eso no tenía valor! 
Ante estas explicaciones los chicos opinaron y protestaron a su modo. También ofrecieron soluciones descabelladas. Luego uno recordó que Mario tenía otra asignatura pendiente y quiso saber por qué. Así que Mario prosiguió:
__Pues de la otra, que es historia moderna, poco puedo decir mucho. También hice el examen, también vi que no aparecía en las listas y me fui a ver al profesor que era el auxiliar del otro profesor, elegido entre los recién titulados. Lo primero que noté es que se puso pálido al verme entrar y algo nervioso. Empezó a hablar: “Ya sé, señor Patiño, qué tiene Ud. un problema con la matrícula y por eso sus exámenes no tienen valor. Vaya a secretaría a solucionarlo y preséntese en la próxima convocatoria”. 
Comprendí que había topado con el Poder y que ellos estaban llegando a la ineficacia. Así que le dije: 
__Es curioso que descubran un error en mi matrícula justo al terminar el curso, que en ninguna otra asignatura haya habido problemas y sí, justamente cuando su jefe no ha sabido responder a sus propias exigencias que fueron ofrecer solo tres folios para tanto contenido. Tuve que escribir con letra tan pequeña que luego no la ha podido leer.
__¡Yo no tengo jefe, eso es un insulto!
__Dice bien, no es su jefe, sino su amo.
Por eso me cambié de facultad.
Y en cuanto a mi familia no os he dicho nada todavía, pero ahora es buen momento. Me miró como llamando mi atención para que no perdiera detalle.
Por ahora vivo con mi madre que se ha venido conmigo, pero quiere vender el negocio de mi padre que es un gran taller de carpintería para poder irse con mis dos hermanas que están en Palencia. La mayor ya tiene dos niños y la segunda se va a casar en un par de meses, de manera que muy pronto seré lo que se dice “un solterón de oro” ¡Ya podéis hacerme propaganda!
Seguía mirándome mientras los chicos protestaban deshaciendo el corro que había al principio y acercándose a la barra del bar por mas refrescos.
Yo me sentía cansada, por la hora y por las emociones de aquel día, pensaba en el de mañana, en que iría a recoger la libreta del banco y no lo veía claro aún. Debí ponerme seria porque Mario se puso delante de mí en silencio, pero con una gran sonrisa de payaso que me hizo reír al fin.
Cuando entré en mi casa estaban mis padres viendo la “tele”. Entré, a ver a Tataeu y la encontré medio dormida en su sillón, se espabiló al verme y notó que yo estaba alegre, me preguntó que nuevas tenía para ello. Aunque el notario Sr. Benítez me dijo que no lo comentara con nadie, pero Tata es especial y quería decirle algo. Le pregunté:
__¿Desde cuándo estás tú con nosotros? ¿Era yo muy pequeña?.
__Sí, eras de poco mas de un año.
Bajé la voz, para decirle:
__¿Tu sabías que mi madre tuvo otro novio? -Al decir esto me reía. Pero a Tata le vino un golpe de tos tan fuerte que no pude seguir hablando por unos momentos-. Ya sabes que mi hermano quiere fastidiarme con la idea del novio de mamá, pero yo casi lo prefiero, es decir sin casi. Pues mira, buscando si es verdad que están comprando una casa, como dijo Luisito, he dado con la notaría...
__¿Qué? ¿Qué?
__Pues que he encontrado la notaría donde está registrada esta casa.
Tata me miró, yo pienso que horrorizada y bastante nerviosa:
__Y ¿cómo has llegado allí?
__Bueno, el caso es que me han dicho que ésta casa está destinada para mí y que si están comprando otra será para Luisito. Bueno, pues se han ofrecido a ayudarme en los estudios. Mañana tengo que ir, me darán una cartilla con algún dinero. Pero no deben saberlo mis padres o en todo caso decir que es una beca del Banco Central. Creo que cuando estuvieron en contacto por la casa tuvieron alguna desavenencia porque noté que no les gustaría volverlos a ver.
__¿Quiénes eran? Hablas de dos ¿no?.
__Sí, el Sr. Benítez y la Sra. Clara.
__¿Qué te han parecido?
__Pues estupendos los dos, muy amables, y en cuanto les conté mi falta de dinero se pusieron de acuerdo. Dicen que siempre hay dinero para una chica que quiera estudiar. ¿Me estarían esperando a mí?.
Cuando al día siguiente fui a recoger la cartilla con el dinero que me habían ofrecido todavía albergaba una duda, y aunque entré en el espacio de recepción, no me hice notar. Me senté enfrente del mostrador esperando que alguien me viera. Yo observaba el ir y venir de los empleados y casi me olvidé por qué estaba allí; pero ellos no se habían olvidado. En cuanto me vio Antonio entró a avisar a Clara, que vino enseguida y me invitó a pasar a su despacho, entró Antonio que le entregó un sobre. Clara lo abrió, comprobó su contenido y me lo dio diciendo: 
__Aprovéchalo bien y no te olvides traer los resguardos de las matrículas que son para nuestra contabilidad. Yo me sentía flotar: tener dinero, ver que aquella señora tan importante se ocupaba de mí con tanto agrado. También su aspecto pulido, elegante, e incluso su perfume me hacían estar relajada y casi feliz.
El curso de matemáticas fue interesante y divertido ¡Qué de secretos ofrecen los números! Y ¡Qué de bromas se pueden gastar con ellos!.

Continuará....

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viernes, 12 de abril de 2013

SEDUCTORA - QUINTA PARTE


Lo pensé dos días, pero al fin fui. Sabía que se avecinaba otro cambio en mi vida.
La oficina parecía muy moderna y funcional. La entrada parecía la de un banco: un buen espacio para el público y un mostrador donde un joven y dos mujeres atendían.
Me acerqué con mi D.N.I. en la mano y le dije al joven: 
__Vea esta dirección, yo quiero saber a nombre de quién está esta vivienda. 
Tomó nota y se fue a los archivos, tardó bastante en aparecer llevando en la mano una carpeta. Me hizo seña de que volvía enseguida, pero pasaron varios minutos más. Empecé a pensar que algo no estaba claro, cuando apareció una señora que me invitó a pasar a un despacho. Me invitó a sentarme, amablemente me pidió el D.N.I. y lo estuvo leyendo. Mientras, yo la observaba. Tendría unos cincuenta o más años, iba muy bien vestida con un traje de color malva, bien peinada y con algo de joya o bisutería muy entonada.
Me acordé de mi madre, que tan poca atención ponía a su arreglo.
La señora me sonrió y dijo: 
__Así que tu quieres saber de quién es esta vivienda.
Comprendí que no me lo iba a decir, así que empecé a contarle mi historia por si cambiaba de parecer.
__Yo tengo un padre y una madre, mi madre sí es la natural, pero el señor con quien está casada creo que no es mi padre. Hace unos días le pedí dinero para un curso especial de matemáticas que es lo que yo estudio y me dijo que no podía dármelo, que estaban comprando una casa. Yo suponía que la casa ya era de ellos, pero por lo que parece es alquilada, y por eso quiero saber si me mintió para no darme el dinero. Porque ese curso es muy importante para mí. 
Me había escuchado con mucha atención y muy seria. Sonó un teléfono en la mesa pero no lo cogió, sino que me dijo: 
__Yo te llamaré por teléfono y hablaremos despacio. 

Dos días después me llamaron de la oficina y me presenté. Me recibió Clara, supe que ella era la Sra. Urbano, notaria.
Además de bien vestida, pude notar sus manos cuidadas y un sutil perfume. Me gustó mucho, me vino a la mente una palabra: equilibrada ¡Ah! ¿cuándo seré yo una muchacha equilibrada? Porque me combaten tantas dudas y necesidades, a veces me asfixio, tengo la sensación de estar como Daniel en el foso de los leones, rodeada de fuertes paredes, que son las mentiras en que me veo metida.
Me llevó con ella a un despacho magnífico. Desde la alfombra hasta las lámparas, la mesa poderosa, las estanterías acristaladas, los sillones de diseño. Yo nunca había estado en un ambiente tan refinado y pensar que allí me llevaba la falta de dinero para mis estudios hizo que me sintiera en verdad una chica pobre.
Clara se sentó a un lado de la mesa, llevaba un portafolio. A mí me indicó una butaca enfrente del sitio principal: un sillón de cuero verde, de formas ligeras. Me hizo pensar que era el sitio ideal para mandar.
Y por una puerta del fondo apareció “él”.
Si digo “él”, es porque desde este momento su amistad fue lo que aclaró muchas de mis dudas y preocupaciones.
Es un hombre alto, de cabeza bien proporcionada, escaso de pelo, muy bien vestido con un traje claro y una camisa color verde manzana, sin corbata. Lo más evidente era su pulcritud. Se deslizó en el sillón y apartó unos papeles, acercó otros, ordenó la mesa y el sillón antes de mirarme.
Entonces vi sus ojos. Encontré su mirada retraída,como si temiera algún problema, aunque su voz sonó muy segura cuando dijo:
__¿Así que ésta es nuestra muchacha?
Clara contestó:
__Sí, es nuestra amiguita, que tiene algunos problemas, pero yo ya he visto donde está el nudo de la cuestión. ¿Me permites que yo se lo explique? Escucha Isabel: de la casa no tienes que preocuparte nada, es tuya, está a tu nombre.
La interrumpí.
 __¿No es de mi padre, o de mi madre?
__No, niña, no. En cuanto terminen unos trámites pasa a tu propiedad. Lo decidieron así al casarse. Así que si quieren comprar otra casa para su hijo, no es nada extraño.
__Pero vayan o no a comprar una casa, el caso es que no me dan ese dinero que es muy importante para mí, porque la verdad es que quiero terminar mis estudios para independizarme pronto.
__¡Pero niña, el dinero no es un problema! Hay dinero para todo en este país, en esta ciudad. El problema es no saber dónde y como buscarlo. Y te aseguro que ya lo tienes resuelto.
Clara asentía débilmente con la cabeza, creo que no sabía lo que él quería decir. Me parecía poco fundado aquel entusiasmo, pero puse toda mi atención en escucharlo.
Ahora se dirigió a Clara:
__¿Te acuerdas que hace tiempo pensamos fundar una beca?
__Sí, pero no lo hicimos.
__Pues ¿qué mejor ocasión que ésta, no te parece?
Yo miraba con disimulo a Clara y vi que se animaba. Él continuó diciendo:
__Mañana pones a Antonio a investigar la documentación necesaria. Creo que es en Hacienda.
Entonces se dirigió a mí:
__No creas que es pura generosidad para contigo, es que estas prestaciones para estudios desgravan de los impuestos.
Le agradecí esta aclaración, que aproximaba el tema a la realidad. Me preguntó si tenía cuenta personal en algún banco Y al decirle que no, llamó por el interfono. Acudió Antonio, le dijo:
__Ya conoces a la señorita Isabel... quiero decir Marina... va a ser becaria de nuestra entidad así que hay que abrirle una cuenta con treinta mil pesetas..
__Perdone, dije veinte mil...
__Bueno, tendrás gastos de desplazamiento y material, supongo. Y otra cosa, ¿podrás mantener en secreto esta visita? Sobre todo con tus padres. No les gustará saber que no pueden satisfacer tus aspiraciones y que el destino, según parece, te ha traído hasta aquí.
__¿Usted conoce a mi padre, quiero decir a Luis?
Se puso extrañamente serio, distinto el gesto, como si de pronto, respirase mal. Clara intervino al vuelo.
__Estuvimos un tiempo en contacto mientras se preparaban los documentos que guardamos, pero después no nos hemos visto. Bueno, ven mañana, que es posible que esté todo listo para que puedas pagar tu curso. Cuando lo termines nos dirás si ha sido interesante.
Él había recobrado su sonrisa y me alargó ¡las dos manos! por encima de la mesa. Yo, un poco desconcertada, solté el bolsito que ya había cogido y le acerqué mis dos manos.
La sensación que me llegó fue de calidez, de fuerza, de verdad. Tal vez fuera un poco largo este contacto, de manos y mirada, porque Clara me tomó de un brazo haciéndome soltarlo de él y me dio un par de besos medio en el aire y sin dejar de hablar fue guiándome hasta la puerta.
Cuando me vi en la calle comprendí que en tan poco tiempo mi vida había cambiado muchísimo. Se había disipado mi angustia por el dinero y ese nuevo poder me hizo sentirme más mujer. Y también el recuerdo el contacto de las manos varoniles, tan llenas de promesas, tal vez de caricias... Reaccioné pensando que no podía ser todo tan bonito y en lo pobre que yo era: había bastado que un par de personas me tratase bien para creerme en otro mundo.


... Continuará...