viernes, 12 de abril de 2013

SEDUCTORA - QUINTA PARTE


Lo pensé dos días, pero al fin fui. Sabía que se avecinaba otro cambio en mi vida.
La oficina parecía muy moderna y funcional. La entrada parecía la de un banco: un buen espacio para el público y un mostrador donde un joven y dos mujeres atendían.
Me acerqué con mi D.N.I. en la mano y le dije al joven: 
__Vea esta dirección, yo quiero saber a nombre de quién está esta vivienda. 
Tomó nota y se fue a los archivos, tardó bastante en aparecer llevando en la mano una carpeta. Me hizo seña de que volvía enseguida, pero pasaron varios minutos más. Empecé a pensar que algo no estaba claro, cuando apareció una señora que me invitó a pasar a un despacho. Me invitó a sentarme, amablemente me pidió el D.N.I. y lo estuvo leyendo. Mientras, yo la observaba. Tendría unos cincuenta o más años, iba muy bien vestida con un traje de color malva, bien peinada y con algo de joya o bisutería muy entonada.
Me acordé de mi madre, que tan poca atención ponía a su arreglo.
La señora me sonrió y dijo: 
__Así que tu quieres saber de quién es esta vivienda.
Comprendí que no me lo iba a decir, así que empecé a contarle mi historia por si cambiaba de parecer.
__Yo tengo un padre y una madre, mi madre sí es la natural, pero el señor con quien está casada creo que no es mi padre. Hace unos días le pedí dinero para un curso especial de matemáticas que es lo que yo estudio y me dijo que no podía dármelo, que estaban comprando una casa. Yo suponía que la casa ya era de ellos, pero por lo que parece es alquilada, y por eso quiero saber si me mintió para no darme el dinero. Porque ese curso es muy importante para mí. 
Me había escuchado con mucha atención y muy seria. Sonó un teléfono en la mesa pero no lo cogió, sino que me dijo: 
__Yo te llamaré por teléfono y hablaremos despacio. 

Dos días después me llamaron de la oficina y me presenté. Me recibió Clara, supe que ella era la Sra. Urbano, notaria.
Además de bien vestida, pude notar sus manos cuidadas y un sutil perfume. Me gustó mucho, me vino a la mente una palabra: equilibrada ¡Ah! ¿cuándo seré yo una muchacha equilibrada? Porque me combaten tantas dudas y necesidades, a veces me asfixio, tengo la sensación de estar como Daniel en el foso de los leones, rodeada de fuertes paredes, que son las mentiras en que me veo metida.
Me llevó con ella a un despacho magnífico. Desde la alfombra hasta las lámparas, la mesa poderosa, las estanterías acristaladas, los sillones de diseño. Yo nunca había estado en un ambiente tan refinado y pensar que allí me llevaba la falta de dinero para mis estudios hizo que me sintiera en verdad una chica pobre.
Clara se sentó a un lado de la mesa, llevaba un portafolio. A mí me indicó una butaca enfrente del sitio principal: un sillón de cuero verde, de formas ligeras. Me hizo pensar que era el sitio ideal para mandar.
Y por una puerta del fondo apareció “él”.
Si digo “él”, es porque desde este momento su amistad fue lo que aclaró muchas de mis dudas y preocupaciones.
Es un hombre alto, de cabeza bien proporcionada, escaso de pelo, muy bien vestido con un traje claro y una camisa color verde manzana, sin corbata. Lo más evidente era su pulcritud. Se deslizó en el sillón y apartó unos papeles, acercó otros, ordenó la mesa y el sillón antes de mirarme.
Entonces vi sus ojos. Encontré su mirada retraída,como si temiera algún problema, aunque su voz sonó muy segura cuando dijo:
__¿Así que ésta es nuestra muchacha?
Clara contestó:
__Sí, es nuestra amiguita, que tiene algunos problemas, pero yo ya he visto donde está el nudo de la cuestión. ¿Me permites que yo se lo explique? Escucha Isabel: de la casa no tienes que preocuparte nada, es tuya, está a tu nombre.
La interrumpí.
 __¿No es de mi padre, o de mi madre?
__No, niña, no. En cuanto terminen unos trámites pasa a tu propiedad. Lo decidieron así al casarse. Así que si quieren comprar otra casa para su hijo, no es nada extraño.
__Pero vayan o no a comprar una casa, el caso es que no me dan ese dinero que es muy importante para mí, porque la verdad es que quiero terminar mis estudios para independizarme pronto.
__¡Pero niña, el dinero no es un problema! Hay dinero para todo en este país, en esta ciudad. El problema es no saber dónde y como buscarlo. Y te aseguro que ya lo tienes resuelto.
Clara asentía débilmente con la cabeza, creo que no sabía lo que él quería decir. Me parecía poco fundado aquel entusiasmo, pero puse toda mi atención en escucharlo.
Ahora se dirigió a Clara:
__¿Te acuerdas que hace tiempo pensamos fundar una beca?
__Sí, pero no lo hicimos.
__Pues ¿qué mejor ocasión que ésta, no te parece?
Yo miraba con disimulo a Clara y vi que se animaba. Él continuó diciendo:
__Mañana pones a Antonio a investigar la documentación necesaria. Creo que es en Hacienda.
Entonces se dirigió a mí:
__No creas que es pura generosidad para contigo, es que estas prestaciones para estudios desgravan de los impuestos.
Le agradecí esta aclaración, que aproximaba el tema a la realidad. Me preguntó si tenía cuenta personal en algún banco Y al decirle que no, llamó por el interfono. Acudió Antonio, le dijo:
__Ya conoces a la señorita Isabel... quiero decir Marina... va a ser becaria de nuestra entidad así que hay que abrirle una cuenta con treinta mil pesetas..
__Perdone, dije veinte mil...
__Bueno, tendrás gastos de desplazamiento y material, supongo. Y otra cosa, ¿podrás mantener en secreto esta visita? Sobre todo con tus padres. No les gustará saber que no pueden satisfacer tus aspiraciones y que el destino, según parece, te ha traído hasta aquí.
__¿Usted conoce a mi padre, quiero decir a Luis?
Se puso extrañamente serio, distinto el gesto, como si de pronto, respirase mal. Clara intervino al vuelo.
__Estuvimos un tiempo en contacto mientras se preparaban los documentos que guardamos, pero después no nos hemos visto. Bueno, ven mañana, que es posible que esté todo listo para que puedas pagar tu curso. Cuando lo termines nos dirás si ha sido interesante.
Él había recobrado su sonrisa y me alargó ¡las dos manos! por encima de la mesa. Yo, un poco desconcertada, solté el bolsito que ya había cogido y le acerqué mis dos manos.
La sensación que me llegó fue de calidez, de fuerza, de verdad. Tal vez fuera un poco largo este contacto, de manos y mirada, porque Clara me tomó de un brazo haciéndome soltarlo de él y me dio un par de besos medio en el aire y sin dejar de hablar fue guiándome hasta la puerta.
Cuando me vi en la calle comprendí que en tan poco tiempo mi vida había cambiado muchísimo. Se había disipado mi angustia por el dinero y ese nuevo poder me hizo sentirme más mujer. Y también el recuerdo el contacto de las manos varoniles, tan llenas de promesas, tal vez de caricias... Reaccioné pensando que no podía ser todo tan bonito y en lo pobre que yo era: había bastado que un par de personas me tratase bien para creerme en otro mundo.


... Continuará... 

No hay comentarios:

Publicar un comentario