miércoles, 24 de julio de 2013

SEDUCTORA - FINAL DE LA HISTORIA



__Pues como antes de este ridículo episodio. Una visita de vez en cuando.
__¿De veras no vas a seguir viéndote con él?
__¿Pero te habías creído que iba a ser la amante de mi padre? Sabes que voy a casarme dentro de unos días.
__¿Así que de veras piensas casarte con ese muchacho?
__Pues sí, está casi todo preparado: tenemos un piso alquilado con muebles, hemos visto la capilla y me gusta mucho. Es una ermita dedicada a la Virgen de la Luna, en lo alto de un cerro. Desde allí se ve un paisaje enorme y cerca hay un mesón campestre que tiene fama por sus comidas al estilo del pueblo. Irán dos o tres amigos de cada uno, y por supuesto las madres, tías y quizá algún sobrino de Mario.
Agustín se quedó pensativo y añadió después:
__No te creía yo tan enamorada.
__¿Porqué iba a estarlo? El enamoramiento es mal camino para una relación. Es ponerse a los pies de los caballos y confiar en que no te pateen.
__¿Estas ya tan decepcionada del amor?
__No del amor, que es otra cosa. Tú sabes que yo soy el fruto de un enamoramiento y de esto he aprendido.
Llevábamos tanto rato hablando, que de pronto le dije a Agustín:
__Por favor, llévame a casa. Otro día continuamos. No os invito a la boda porque todo es muy informal y es lejos de aquí: es como un día de campo solo que yo llevaré un vestido blanco para que me vean bien.
Cuando llegué a mi casa busqué a Tataeu y la besé con mucha alegría en la cara, la cabeza y las manos. Tenía mucho que agradecerle por haberme cuidado tantos años y aguantar el carácter agrio de mi madre. Y guardar el secreto de la familia para que yo no sufriera. Linda Tataeu y ahora que la conozco de verdad nos vamos a separar. Como vio que yo estaba contenta ni me pregunto: le bastó verme.
Al otro día fui a verla de nuevo para ver que ropa tenía para mi boda, aunque le dije que íbamos a la fiesta del pueblo de la madre de Mario. Temía que se escapara un día antes. Me enseñó una blusa de encaje, era antigua pero muy adecuada. Tenía que comprarse una falda. Vi que le hacia ilusión vestirse de fiesta.
__Niña ¿dices que vamos a una iglesia?
__Sí tata, una ermita preciosa, con una Virgen con muchos devotos.
__Niña, ¿podría llevar mi velo bordado?
La volví a abrazar. Era estupendo poderle dar gusto.
__¡Claro que sí! Y tienen que peinarte alto para que no se te venga a la cara.
El sábado hablé con mi madre y Luis para que vinieran, pero sin descubrir el motivo:
__Mañana podéis conocer a Mario y su familia. Han organizado una pequeña romería desde aquí hasta la ermita de la Virgen de Luna de la que son muy devotos desde que estuvieron viviendo por allí.
Vendrá un sacerdote que es de la familia y luego pasaremos el día en el campo.
Se miraron los dos:
__¿Dónde dices que es? Dijo Luis. Disimulaba su curiosidad.
__¿Y vamos a pasar el día en el campo? ¿No será muy aburrido? Y mucha carretera para ti ¿no Luis?
__No, ya veras. Además viene por nosotros un amigo de Mario, así que podemos volver cuando queramos.
Nos ponemos guapos todos que esta va a ser la primera reunión familiar.
__¿Piensas casarte con ese muchacho?
__Estoy empezando a pensarlo y como dicen “quien quiere la col, quiere las hojas de alrededor” tengo que conocerlos un poco.
A la mañana siguiente mi hermano vio que nos arreglábamos para salir, por supuesto yo no quería que viniera con nosotros, así que le dije:
__Venga Luisito, vente con nosotros que vamos a visitar una ermita. Hoy va mucha gente, es como una romería
__¿Y que pinto yo en una romería?
__Pues lo mismo que nosotros, vamos porque nos gusta.
__Que os divirtáis mucho, no voy.
Era lo que yo esperaba que dijera, así que me libré de él. Vino, como estaba acordado, un compañero de Mario ya aleccionado para seguirnos el juego, y nos llevó en su coche. Realmente el trayecto era largo, pero supo hacerlo agradable.
Llegados al lugar nos enzarzamos en presentaciones y saludos. Toda la familia sabía que sólo mis padres no estaban al tanto de la verdad. Si se lo hubiera dicho no habrían venido.
Después de un rato de contemplar las vistas del paisaje y el encanto de la capilla tan cuidada, fuimos entrando, yo coloqué a Tataeu. Mi madre prefirió un banco aparte. Era el momento de irme a la sacristía donde mi traje de novia estaba extendido entre dos sillas. Muy fácil de poner, lo mismo que el tocado: todo había venido en una maleta en el coche de una amiga, la misma que me ayudó en el cambio.
La capilla es pequeña pero muy acogedora. El techo en forma de cúpula para el altar y el presbiterio con nervaduras en forma de cordón pintadas en dorado; del centro pende una lámpara antigua de cristal. Sobre una peana adosada a la pared, también dorada, una imagen de la Virgen, copia en relieve de un cuadro de Murillo, con la luna a los pies y los ojos levantados al cielo. Los bancos colocados en dos filas, dejan un pasillo central. Por él entraría yo sola, al terminar la presentación del acto. Se completa el edificio con una nave de techo a dos aguas.
Habían venido del pueblo varias personas, unas por devoción y otro grupo eran el coro de la parroquia, que iban a cantar.
En el primer banco a la izquierda se sentaba Mario , su madre en el primero de la derecha.
El sacerdote, revestido del color litúrgico rojo, pues era su tiempo, se colocó delante del altar y se dirigió a los presentes con esta alocución:
__Hermanos, nos hemos reunido aquí para honrar a la Virgen y juntos darle gracias porque a nuestra hermana le ha concedido un favor que le pidió. Este favor es que su hijo Mario se pudiera casar con ¡Marina Isabel! __A esta voz yo abrí la puerta y entré solemnemente por el pasillo central en medio de los aplausos de todos. Entretanto Mario y su madre, puestos en pie me esperaban en el escalón que sube al altar. Ambos me besaron y abrazaron.
Luego colocaron dos asientos para nosotros y empezó la ceremonia. El sacerdote rezaba y los asistentes le respondían.
Empecé a pensar, mejor a divagar, debía estar cansada al termino de tantos preparativos, el caso es que me vi como si fuese una crisálida a punto de salir en otro cuerpo. El traje me aprisionaba ligeramente. Fuera de mí había un mundo nuevo al que yo entraría dentro de poco. Era inevitable seguir adelante. Pensé un momento en mi madre que estaba allí detrás y ya todo era pasado: tal vez aun no había pensado bien lo que cambiaría mi vida, ya, en cuanto saliéramos de aquel recinto arrullador. Me propuse disfrutar de aquel momento. El coro había iniciado una canción bellísima. Eran dos hombres y tres mujeres los que cantaban con una devoción y esmero dignos de mayor auditorio.
Me dediqué a escuchar la canción y a la vez sentía como el tiempo se demoraba para facilitarme el paso de niña a mujer. Porque cuando a la noche me quitase el vestido yo sería otra, como la mariposa es otra que la oruga. La canción decía así:

Mira a tu Madre del cielo
que pura es y que bella
 Que pura, que bella.
Mientras pises este suelo
sea tu constante anhelo
 Parecerte siempre a ella
Mientras pises este suelo.
Sea tu constante anhelo
 Parecerte siempre a ella

Tú, que sabes la amargura
 Lo que es dolor
Del que llora sin consuelo
 Llorando estoy,
 sin consuelo
Tu que alumbras, Virgen pura,
 Alúmbrame
la senda que lleva al cielo,
 yo pecador creo en ti,
 llévame a ti
 Vuelve tus ojos Maria,
 A quien la luz busca en Ti,
 Vuelve tus ojos Virgen María,
vuelve tus ojos a mi.

Yo estaba siguiendo todo lo que se decía pero un poco ausente, como si no tuviera que oír ni decir nada. Seguramente el lugar tenía fuerzas telúricas que daban aquel bienestar.
Cuando terminó la ceremonia, supongo que contesté lo adecuado,  el sacerdote sonriéndonos dijo: “Pueden besarse los novios”, yo me abracé a Mario como si acabara de descubrir una tabla de salvación. Sentí vivamente que había dejado atrás la poca familia que tuve y en adelante sólo él sería mi apoyo, el único que me amaba, a quien yo trataría de amar.
Todos los presentes nos dieron aplausos y vivas, entonces yo volví a la realidad. Contemplé a la Virgen y toda la capilla para tenerla en mi memoria. Después vinieron los saludos, parabienes, promesas de verse pronto, besos incontables y las fotos.
Poco a poco fuimos tomando los coches para ir a la comida. Era en la colina de al lado y desde allí se veía la ermita y un panorama de montes majestuoso.
El dueño de aquel mesón campestre era un hombre de mediana edad, gordo y risueño, muy activo a pesar de sus quilos. En cuanto fuimos llegando, movilizó a media docena de ayudantes dándoles ordenes sobre lo que faltaba en las mesas y como tenían que servir.
Nuestros amigos se sentaban a su gusto, para charlar y bromear.
Me aparté un poco para hablar con mi madre pues la vi muy seria todavía.
__Mama ¿te ha gustado la sorpresa? Creo que no, ¿verdad? Pero era mejor así, sin protocolo.
__No querías que viniera tu hermano, él tenía que estar aquí.
__Pues tu sabes que se lo dije, pero no quiso venir.
En esto vi unos muchachos que no conocíamos, preparando una cámara de video muy grande. Pensé ¿quien los habría contratado? y Mario no me lo supo decir.
Me dirigí a los muchachos y ya al verme llegar se acercaron para presentarse:
__Señora nos ha contratado para este trabajo la notaria del Sr. Benítez.
Comprendí enseguida, era un regalo de mi padre.
El que no había hablado se quedó mirándome, le alargue mi mano pues lo vi como tímido y casi en voz baja me dijo:
__Me llamo Eugenio.
Yo retuve su mano un poco, con sorpresa y afecto.
__Tu sabes que yo debía llamarme Eugenia.
__Sí, lo sé, por eso he venido, pero nadie de aquí lo sabe.
Mi madre aun me miraba muy seria. Y como este era un dia definitivo, fui hacia ella, la abracé y besé diciéndole:
__Mamá, este dia es muy importante y por eso quiero darte las gracias de que por fin me dieras la vida, de que me hayas cuidado y mantenido. Aunque antes no lo comprendía, sé que tuviste razones para ocultarme a mi verdadero padre, pero todo lo he superado.
__Parece que Mario es un buen muchacho. Dios quiera que así sea y te vaya bien.
Mario vino a buscarme y yo me sentí muy bien, parece que por los poros de mi cuerpo entraba la armonía que todos procuraban, la empatía.
Allí empezó mi nueva vida.
El mesonero disfrutaba de ver que habíamos aceptado sus ideas para la comida: una cazuela de lentejas con chorizo que fue muy aplaudida, otra cazuela de cordero con patatas y una paella de arroz con pollo, mas una docena de platos pequeños y ensaladas. Todos teníamos algo preferido y el ir y venir de los mas jóvenes de una a otra cazuela me recordó un partido de fútbol.
Yo casi no podía comer por no perderme detalle de la diversión.
Empezaron a sonar los teléfonos móviles pues los que no habían venido buscaban a sus amigos. Se me ocurrió una idea: decirles que nos veríamos en el bar “La terraza” por la tarde y llamé al bar para que tuvieran una tarta preparada para nosotros. De modo que cuando terminamos la comida, bien entrada la tarde y fuimos llegando al bar se formó una algarabía por no haberlos avisado antes. Se consolaron al ver la merienda que les habíamos preparado y que podían estar con nosotros.
De pronto me sentí cansada, con nauseas por tanta comida, tanto ruido: le pregunté por señas a Mario si tenia las llaves de la casa, me contestó que sí y si quería que nos fuéramos. Sin más me fui acercando a la salida mientras les mandaba besos al aire a todos. Mario me dijo:
__Tengo que ir por el coche, pero yo ya bajaba la escalera y paré un taxi. Muy sorprendido el conductor dijo:
__¿De veras quieren un taxi?
__Pues claro, señor, lo ha dicho una dama.
Cuando llegamos a nuestra casa, le encargó al taxista que acercase el coche y le dio las llaves para que nos abriera la puerta. Ya dentro de la casa le pedí que me permitiera descansar un rato; me dio un beso y me dijo:
__¿Vas a ponerte guapa?
__Claro que sí, en cuanto me encuentre mejor.
Lo primero que hice fue tomar un gran vaso de agua con bicarbonato, que hizo su efecto, provocando ruidos que asustaron a Mario, hasta que comprendió mi intención. Esto era una parte de la limpieza, la otra fue un buen baño, y por ultimo el arreglo que él esperaba.
Mas bien, lo que él no esperaba. Mientras yo ocupé el baño él se arregló algo y estaba en el sofá adormilándose cuando me acerqué despacio.Me había comprado una túnica de gasa, pintada a mano por una japonesa: un estanque con nenúfares flotando y un cielo con garzas en vuelo, unas nubes: precioso.
__¡Oooooh! ¡Niña mía! ¡Esto es demasiado para un marido tan joven!
Claro que le gustó mi autentico “vestido de boda” y disfrutamos muchísimo nuestra recién estrenada intimidad, tal vez demasiado. Mario me besaba de forma distinta a cómo había hecho siempre Encontré que sus besos eran demasiado insistentes; como decíamos de niñas, “besos de cine”. Me quitó el vestido y luego me envolvió, me me arrolló con prisas porque yo le respondiera igual. De pronto me di cuenta que no era yo quien estaba en su pensamiento, que aquellos besos iban dirigidos a un pasado que no pudo completar: a una mujer apasionada a quien no pudo dárselos en su momento.
En brazos de este hombre que me besaba de aquel modo, aquel al que yo había preferido en lugar de mi familia, me sentí sola, otra vez sola. Pero ya había “quemado mis naves” y no tenía más que a él por más que fuese compartido no sé con quién.
Me abracé a él con fuerza y dije mi primera mentira.
__Perdóname por no haberme dado cuenta antes de lo mucho que me quieres.
__Si, te quiero mucho.
No supe si me lo decía a mí o a aquel fantasma que se había interpuesto entre los dos, pues es bien sabido que entre dos amantes siempre se presenta el recuerdo de otro, siempre hay comparaciones.
En medio de todo aquel revoltijo corporal que quería parecer la mejor expresión del amor, yo también aporté mi fantasma: mi padre. Fue tan diferente: me había dejado que yo buscara mi placer y no lo puedo olvidar aunque tuviera que ser breve por las circunstancias.
Y llegó el momento de iniciar el viaje de novios. Como yo no había salido nunca de mi entorno todo me pareció estupendo. Me maravillaba ante todas las vidrieras de colores, las tallas de los santos, sus ropajes conseguidos en la madera. Las custodias de las catedrales ¡Qué prodigio de filigranas! ¡Qué imaginación! Yo volví renovada, habiendo visto tanto mundo fuera me parecían mis problemas pasados simples guijarros en el camino.
Tanto me gustó haber conocido las artes, que decidí empezar a estudiarlas: no estaría mal trabajar como guía de museos. Pasaron unos días y me decidí por estudiar Arte: ir a una facultad u otra rellenar impresos, saludar a chicas desconocidas que luego serian compañeras, pero aunque estaba contenta, no me sentía muy bien. Tenía algunos pequeños mareos que procuraba disimular.
En un momento me vino una idea: ¿estaría embarazada? Sin decir nada a nadie compré un reactivo y seguí las instrucciones. Me fui a la biblioteca y tomé un libro importante para estar  ocupada un rato. Y allí estuve mas tiempo del necesario, pensando.
Volví a casa y con las manos temblando saqué la ampolla que, según las instrucciones, daba el color positivo. Me dio un mareo, pero yo me había propuesto ser fuerte y esperé que se me pasara. Me quede sentada un rato. Mi secreto duraría bastante aún. Menos mal que no me daban nauseas que me hubieran delatado. Mi vida acababa de tomar otro rumbo.
Tenía que averiguar discretamente si a Mario le alegraba o no el cambio en nuestras vidas porque no lo habíamos hablado antes.
Dejé pasar bastantes días y empezó el curso; una tarde fui a una ginecóloga porque no sabía si mi embarazo seguía su curso o se había perdido. Me hizo preguntas, pruebas y más preguntas. Yo debía saber fechas, pero no me creía al decirle la fecha de la boda ¿Y antes de la boda? Esto es normal pero tiene que saber la fecha.
Pues no, no hubo nada antes de la boda. ¿Porqué insiste UD.?
Porque este fetito tiene quince días más de lo que está UD. diciendo. ¿Se puede acordar ahora?
No sé cuantas emociones me invadieron, porque recordé, claro que recordé: haberme tragado el cielo con la estrella polar, que por lo visto se había alojado en mi. La doctora me dijo:
__¿Quiere que la deje sola, para pensar?
__No, no se vaya, UD me ayudará. Y si tuviera un refresco me sentaría bien, por favor.
Volvió con el refresco y comprendió mi caso: no traté de engañarla, pero no había pensado en mi padre.
__No puedo extenderme mucho, le dije: mi padre estaba casado y mi madre soltera, y como mi madre no consiguió que se separase de su esposa, amenazó con abortarme. Pero toda la familia de él se unió para darnos una casa. Mi madre aceptó pero impuso como castigo que él no me viera nunca. Y yo he estado sin padre hasta que me propuse encontrarlo y tuvo para mí todo el cariño que no me pudo dar antes.
__Bien, ¿y lo que nos afecta ahora?
__Yo quería saber como fui engendrada, conocer mi historia y ese era el principio. ¿Sabe usted lo que es estar mas de quince años esperando conocer a mi padre y saber que él también estaba deseando tratar a su hija? ¿Y que todo dependiera del odio que mi madre le había tomado después? Por fin nos conocimos, cumplimos nuestro deseo y hemos quedado como amigos. Me explicó como ocurrió todo entre mi madre y él, todo sin palabras pero muy bien ¿no cree?
__¿Y que pongo yo en su ficha ahora?
__Pues pone que a partir de la boda se supone que estoy encinta.
Terminó las fichas y me despidió dándome fecha para volver
Yo rebosaba satisfacción aunque lo disimulaba. Casi sin pensarlo tomé el camino de la notaría. En un bar cercano me senté a tomar algo y pensar. Sólo él tenía que saberlo, si es que podía encontrar ocasión.
Entré despacio tratando de no hacer ruido, vi que todos estaban en sus despachos. El de Eugenio tenía la puerta un poco abierta y me asomé ligeramente. Como hacia mucho que no iba por allí salió por la puerta interior a verme y me cogió las manos como era su costumbre. Yo dejé que una de ellas la besara y con la otra le hice seña de silencio, cuando vi que había comprendido que yo no iba a decir una palabra señalé mi vientre con la mano abierta y despegándola señalé el gesto de embarazo. Creo que sintió como yo: una tremenda sorpresa, alegría, estupor. Casi me comía las manos, pero estábamos en un pasillo y podía aparecer alguien, así que me desprendí de él.
Entré en el despacho de Clara y me senté un momento.
__¿Estáis bien por aquí? –pregunté.
__Sí, estamos bien. ¿Has visto a Eugenio?
__He visto que tenia visita en su despacho.
Le empecé a contar sobre mis nuevos estudios que me parecían muy interesantes, sobre todo porque no te obligan a estar dentro de una oficina. El viaje me había sugerido otras posibilidades con la pintura.
En esto sonó el teléfono interno de Eugenio. Clara lo escuchó, le dijo “¿quieres venirte aquí y te tomas la pastilla? Yo los atiendo mientras”.
Me di cuenta que se había emocionado bastante y tenía que cuidarse. Como si no hubiera oído aquello, dije:
__Veo que tenéis mucho trabajo, vendré otro día.
No quería cruzarme con él, una sola mirada nos hubiera delatado.
Desde niña yo había descubierto que el mundo de los adultos es el mundo de la mentira. Todos mienten aunque pretenden enseñar a los niños que no mientan.
Bueno pues yo creo que tengo mi titulo de adulta bien ganado.


Fin.

jueves, 4 de julio de 2013

SEDUCTORA - DÉCIMA PARTE


__Sí, lo del odio lo tengo bien patente. A veces me mira y creo que le disgusta que me parezca a ti y que Luisito sea tan feo como su padre. Yo estoy feliz en medio de todo, pero de verdad quisiera saber si lo que te he contado se podría saber que fue. Porque además tengo un recuerdo o sensación terrible y esta, estoy segura de que fue prenatal porque nunca en mi infancia ni después me ha podido ocurrir. En el sueño soy un ser vivo y percibo cambios como de calor o frió o movimiento, pero en un momento dado siento como si hubiera caído en una cloaca o mejor dicho como si la cloaca cayera sobre mí desde lo alto y casi me ahogo en el agua sucia, no puedo moverme y durante mucho tiempo me siento empapada de mierda. Luego aquello se va quitando solo, pero yo tengo miedo de que vuelva a caerme.

Eugenio se había puesto muy serio y me cogió de una mano, diciéndome:

__No guardes, más esos recuerdos, la imaginación puede producir cosas así. Vamos a hablar de cosas bonitas.

__Pues cuéntame como eran los encuentros con mi madre, ten en cuenta que yo no sé nada y eso forma parte de mi vida.

Eugenio se puso en pié y me hizo levantar diciendo: primero era un beso ligero, así…  Entonces me besó la mejilla, después en el cuello y la oreja; levantándome el pelo pasó a la nuca. Siguió por un hombro y pasando delante empezó a desabrochar el primer botón de mi blusa y me miró a los ojos para ver mi reacción. Empecé a comprender: era como si mi sangre se hubiera vuelto de vino y miel, una sensación nueva. Le agarré por los brazos como temiendo que se fuera y sin saber porqué le ayudé a seguir desabrochando, observando su mirada complacida al ver mis pechos que son algo pequeños. En este momento ya el vino y la miel habían tomado posesión de mi cerebro, en torrente que entraba por mi piel con cada uno de sus besos, muy sabiamente distribuidos. Él dirigía mis movimientos con suavidad y me amasaba tiernamente como para que yo supiera donde estaba cada parte de mi cuerpo y al tiempo los nombraba como se hace con los niños pequeños. Me dejó tendida en el sofá y al poco rato volvió, entonces la lección fue a la inversa: supe donde estaban sus brazos, su espalda; todo lo aprendí.

No cesaba de acordarme de mi madre porque aquel era un cuerpo magnifico y más si estaba enamorada.

Estoy segura de que yo conocía aquel cuerpo, de que mi subconsciente estaba lleno de emociones y vivencias de aquella época: por eso mis manos se movían con sabiduría por aquellas curvas. También las de él me amasaban con eficacia. No solo conocía mi cuerpo por fuera: un beso en la boca, que abarcó entera con la suya, hizo que me llegase como un vino caliente hasta un lugar de mi vientre que yo ignoraba. Me parecía ser una esponja donde la sangre y el licor aquel, delicioso y extraño, corrían juntos.

Llegó un momento en que me invadieron otras sensaciones. Me sentí como en un monte alto, la oscuridad era casi total, distinguía algunas estrellas no obstante sentía una gran claridad, un aire tenue me refrescaba la cara y yo me había tragado la mayor. Estaba allí, donde el gran beso llegó antes, sus destellos no eran de luz sino un palpitar generoso y así no supe distinguir si yo estaba en el cielo o el cielo estaba en mí. Juntos éramos, un monte, o tal vez un árbol gigantesco de un solo tronco y muchísimas ramas. Un UNO fuera del mundo. Me acordé entonces del sueño o vivencia que yo quería aclarar, aquel del parque y la acogida tan cariñosa: de golpe lo comprendí. Porque el momento era a la inversa. Pudiera ser yo el jardín y estar dando la bienvenida a un pequeño ser que se acercaba alegre y lleno de ilusión. Mi cabeza se despejó y en ese instante pude notar un cambio en el ritmo de su respiración, o fue un pequeño suspiro lo que percibí.

Me desprendí de él, le pregunté si se encontraba bien, vi que no, pero no supe qué hacer. Me indicó la chaqueta donde tenía una pastilla para ponerse debajo de la lengua. Después yo me vestí en un momento. Tomando el teléfono marcó él numero de Clara y me lo dio para que yo hablase con ella. Yo estaba nerviosa, no sabía que decirle pero tuve que explicarle que estaba con él en el archivo, que no se encontraba bien y que quería que ella viniese. Fue entonces cuando me di cuenta de que yo no podía vestirlo y Clara se daría cuenta de todo, así que busqué algo para cubrirlo.

Encontré una manta y algunas toallas. Abrí la puerta pues ya la oía subir y su sorpresa fue mayor de lo que yo esperaba. Cuando lo vio casi gritó:

__¿Pero qué pasa aquí? ¿Estáis locos? ¿Qué habéis hecho? Ella misma comprendió que el no podía hablar, y aunque yo dije que no hacíamos nada de particular, ella se quedó mirando mi blusa que en la prisa había me había abotonado mal.

ÉL había marcado otro teléfono y se lo alargó a ella, que al mirarlo vio que era el de Agustín y le preguntó si era para que viniera. ´El asintió.

Agustín llegó pronto, lo auscultó y nos dijo a las mujeres que nos fuéramos a la cafetería a esperarlos.

Clara estaba muy agitada. Me tomó bruscamente del brazo y me llevó casi empujando por la calle. Cuando nos sentamos frente a frente la encontré demudada.

__¿Qué te parece lo que has hecho? Eugenio no está bien.

__No te creerás si te digo que fue idea suya, yo solo vine a charlar, a preguntarle cosas de mi primera infancia.

__Pero no te negaste ¿verdad?.

__Pues no, ha sido estupendo conocer a mi padre desde su primer momento. Saber como fui engendrada, el primer minuto de mi historia personal. Y además creo que en algún momento pensó en mi madre.

El semblante de Clara manifestaba una gran confusión.

Entretanto llegó el camarero y nos preguntó:

__¿Café y tostadas, como siempre?.

__No, yo quiero tila... Bueno trae las tostadas.

Yo pedí un zumo de naranja.

__¿Así que la idea fue de él? No me lo puedo creer.

__Pues estaba tan bien que se olvidó que no debía, ya verás como está repuesto: aquí vienen.

Venían los dos: Eugenio estaba un poco pálido, pero vi que disimulaba una sonrisa. Y Agustín bromeaba un poco diciendo:

__El susto que me ha dado, y todo porque no quería vestirse solo.

Trajeron las meriendas. Yo los observaba, el semblante de Clara me parecía el de una madre que ve a su hijo subido en un árbol otra vez, después de muchas heridas El de Agustín reflejaba un poco de cansancio, un como “otra vez este niño”, a pesar de su tono distendido. Pero mi gran sorpresa y que tuve que disimular, es que con la mirada Eugenio me decía: otro día será mejor, te espero. Y poniéndose la mano en la boca me indicaba que tomaría la pastilla antes.

Esto me tranquilizó, volví a sentir sus caricias que casi había olvidado con la actitud de Clara. Comprendí que era el momento de irme y poner en orden mis pensamientos. Agustín me llevó a casa.

Por el camino no habló nada, aunque lo noté contrariado pero al llegar a casa me dijo:

__Yo soy casi el jefe de esta familia tanto por mi profesión de médico como porque he tenido que tomar decisiones y quiero saber lo que está pasando y como va a seguir esta historia. No ahora, pero quiero que vengas a la consulta y que hablemos.

__Yo también quiero saber si me aceptáis en la familia o veis este encuentro conmigo una cosa casual y sin mas consecuencias y sobre todo que hay algunos secretos y ya soy una mujer para conocer mi pasado.

Quedamos para unos días después.

Unos días más tarde yo estaba por la calle viendo escaparates por algo para la boda y sonó mi teléfono:

__¿Tienes las llaves?

__Sí, las tengo.

__¿Quieres venir ahora?

__Sí, ¿Entro directamente?.

__Sí, procura no hacer ruido.

Entré en el portal y subí despacio. Ya dentro preparé los refrescos, repasé la cocina y el baño: todo estaba en orden. Al poco él entró desde la oficina.

__¿Sabes que tenemos a todo el mundo en contra?

__Bueno, pero ya se pasará. Hoy por lo menos estaremos tranquilos.

Y de inmediato empezamos a desvestirnos uno al otro, disfrutando del ritual. Me pude dar cuenta de que era un experto en el tema de provocar sensaciones, los estímulos estaban graduados. Me pareció que yo me estaba beneficiando de muchas lecciones anteriores y me gustó. Y puesta a ello le sorprendí con nuevas caricias: una rara inspiración me guiaba. Otra vez éramos UNO ajenos a todo.

En un momento sentí un ligero soplo de aire por mi espalda. No podía ser, todo estaba igual que al entrar pero se había roto el encanto, y dándole un gran beso dije:

__Vámonos pronto.

Una sensación de urgencia se apoderó de mí; le ayudé a vestirse, retiré los vasos.

En esto se oyó una llave en la cerradura de la oficina, que no se abrió porque yo había pasado el cerrojito. Luego la voz de Clara preguntando en voz baja

__¿Estáis ahí?

Eugenio estaba sin los zapatos; recogí su chaqueta y le indiqué que saliera hacia arriba por la escalera.

Clara hablaba con una chica de la oficina diciendo que la puerta tenía que abrirse si no estaba cerrada por dentro. Para comprobarlo dijo a la chica:

__Vamos por la calle a ver que pasa.

Era lo que yo esperaba: que se apartase de la puerta para descorrer el pasador y correr a la escalera.

Eugenio estaba en el rellano superior: noté que tenía su pastilla debajo de la lengua y parecía muy cansado.

Yo me senté en un escalón desde donde veía solo las cabezas de las que iban a entrar, al momento llegaron, Clara iba delante con sus llaves. La chica antes de entrar miró hacia arriba y no me vio, se quedó casi a la entrada. Al poco rato salieron.

__¿Ve usted como estaba abierto? Es que a veces las llaves se ponen tontas.

Después de salir ellas, Eugenio y yo nos fuimos a la cafetería.

Al poco llegó Clara y nada mas entrar nos vio, se hizo la distraída se entretuvo con alguien y luego se acercó a nosotros.

__Hola, ¿cómo estáis? Y ¿cómo es que estáis aquí?.

__Pues estamos bien, contesté yo, aquí charlando. Y tomando chocolate. Aproveché el detalle de que en la mesa había dos tazas vacías.

__Pues yo ya me marchaba.

Lo decía sin gana, y la noté mas ajada, con menos brillo que otras veces.

__Quédate un poco con nosotros y toma algo.

__Pues yo tomaré ahora una manzanilla, el chocolate estaba un poco pesado Dije esto y él se rió diciendo:

__¡Es que no paras!

De pronto una idea me vino a descubrir lo que había intuido: Clara está enamorada en secreto de Eugenio. Mientras lo ha tenido para ella sola ha disfrutado de su compañía y su familiaridad pero ahora que había aparecido yo, estaba confusa y no podía decirle nada.

Ha empezado a darme pena. Siguen charlando olvidados de mí.

Voy tomando despacio mi manzanilla y pienso: parece que he llegado a remover unas aguas sucias pero tranquilas. Lo mejor será que me aparte de ellos en cuanto sepa lo que saben de mí. O quizás ni siquiera me interese ya.

Ya se ponen de pie para salir, yo los sigo y en un gesto disimulado le doy a Eugenio las llaves del archivo.


Llegó el día acordado con Agustín para ir a su casa. Llegué un poco temprano y me recibió Conchita, su mujer. Apenas la había visto en otra ocasión pero ahora pude observarla: se conservaba joven todavía a sus cincuenta años y le gustaba arreglarse. Un bonito vestido de casa de color vivo, el pelo peinado en rizos, llevaba pendientes y anillos. Y su porte y andar manifestaban estar segura de sí misma. Con todo, me pareció demasiado.

Me acompañó al despacho, me indicó el sofá para que me sentara y ella lo hizo en una silla de respaldo recto, al lado de la mesa. Vi que tenía ganas de hablar, yo no, incluso ni con Agustín, pero me había comprometido.

__¿Así que vas conociendo a tu familia?. Son muchos primos y cuñados. Por cierto ¿Has conocido ya a Amalia?

__No, ¿es otra prima?

__De ninguna manera: es la mujer de Eugenio. Es tu segunda madre, a ella le debes la vida.

__No sé, de que me hablas, ¿estuve en algún peligro?

__¿Peligro dices? ¿No te han dicho que tu madre te quería abortar? Pero Amalia…

Me puse en pie de un salto para huir, porque lo que sentí fue como un cubo de agua sucia que me arrojaran a la cara. Al momento caí de rodillas delante de ella y con el pecho llegué al suelo. Me sentí a un paso de la muerte, con todo mi cuerpo descoyuntado y mi sangre no por las venas sino empapando la masa de carne que era yo. Conchita se espantó y empezó a gritar. Quería ayudarme y no podía. Yo tardé bastante en reconocer mi cuerpo.

Llegó Agustín y ella salió a su encuentro espantada. Él pudo alzarme del suelo y tumbarme en el sofá, pidió agua, yo casi no podía beber, los dientes me tiritaban como en estado de fiebre. Conchita quería explicarle pero él no la dejó. Me tomó el pulso, me miró las pupilas. Al fin me dijo:

__¿Venías enferma, o es un disgusto lo que te ha puesto así?.

__Disgusto.

__¿Por Conchita, ella te ha disgustado?.

No podía decir sí ni no. Me cogí de su brazo y esto me empezó a reponer.

__Te voy a poner una inyección. Hay que tranquilizarte.

__No, no, dame agua y espera un poco. Ya estoy mejor.

Entró Conchita muy apurada, había llorado y se retorcía las manos.

__¿Qué ha pasado aquí, mujer? El tono de Agustín era muy severo y ella volvió a llorar.

Como yo estaba cogida a su brazo, con la otra mano le acaricié la mejilla diciéndole:

__Ella no tiene la culpa, es que algo que me ha dicho me ha impresionado, pero ya se me pasa. Déjame aquí un poco y cuando puedas, Conchita, me das un poco de té.

Salieron los dos y los oí discutir en voz baja. Él volvió pronto a mi lado a tomarme el pulso. Creo que me dormí un momento porque vi algo repulsivo que me inquietó de nuevo: era mejor no cerrar los ojos.

Apareció conchita con el té y me animé a tomarlo; ellos también lo tomaron. Por un ratito tuvimos una conversación tranquila pues los tres lo necesitábamos.

__Yo no sabía que mi madre quiso deshacerse de mí pero esa sospecha la tenia muy intuida, que le estorbaba y a Tataeu se lo dije un día: parece que mi madre hubiera querido ser artista de algo y por tenerme a mí no pudo y no me lo ha perdonado. Lo cual es muy extraño, porque tenía que saber que su relación con mi padre la llevaba a eso.

__Claro que lo sabía y esa era su estrategia para conseguir a Eugenio porque lo que ella quería era un marido, una casa y luego los niños. Como las cosas no se resolvían a su favor, entre otras cosas porque no conocía a Amalia, se decidió por el niño primero. Esta solución no le dio los resultados que esperaba y entonces nos amenazó con abortar. En realidad no hubiera podido criarte y trabajar, así que formamos consejo de familia y decidimos proporcionarle una casa. Para eso hubo que hipotecar dos pisos que tenia Amalia y comprar tu piso. No te voy a detallar las exigencias de tu madre. La decisión final fue poner la casa a tu nombre, como creo que ya sabes, pero al llegar tú a los veinticinco años tienen que dejar que tu dispongas quién va a convivir contigo en ella. Se supone que puedes casarte y querer tu casa.

__¿Y lo del marido, como se solucionó? ¿Dónde estaba la joya de Luis?, Pregunté.

__Luis había trabajado en la oficina y le gustaba tu madre. Cuando vio que se gestionaba la casa en aquellas condiciones se animó a pretenderla. Tu ya habías nacido y se casaron cuando la casa estuvo terminada. Pero sabían que con el tiempo tendrían que abandonarla.

__Claro, así cuando empezó el tema de la casa yo empecé con mis averiguaciones. Pero antes has dicho que mi madre no conocía a Amalia.

__¡Claro! Se habría dado cuenta de que Eugenio no estaba tan libre como ella creyó al principio. Y de que había alguien que pensaba con cordura. Amalia no consintió que él cometiera el delito de colaborar con el aborto. En su amor por él demostró una gran generosidad aportando bienes que le correspondían a sus hijos, pero exigió que Eugenio cortara toda relación con la madre y la hija. Tu madre fue más allá y no dejó que te viera nunca, pero había que velar por ti y trajimos a Tataeu de su pueblo para cuidarte.

__¿Así que Tata es de vuestra familia también?

__Sí, sí, es Maria Eugenia.

Me quedé muy pensativa, eran muchas novedades para un solo día.

Conchita se retiró, trajo más té y unos pastelillos y nos dejó solos.

Me estaba dando cuenta, cuanto pesaba yo en esta familia, cuántos sacrificios para que tuviera una casa antes que sus propios herederos. Sentí cómo dos mujeres enfrentadas por el amor del mismo hombre habían hecho que yo sufriera tanto y al mismo tiempo tenía que estar tan contenta.

__Así veo porqué Conchita dijo que era mi segunda madre. ¿Sabe ella que os he encontrado?.

__Sí, y está disgustada. Creía que el tema había concluido y no sabe que actitud tomar. ¡Si supiera lo de estos días pasados se pondría enferma!

__Tú esperas que yo te explique lo que viste en el archivo. Supongo que él te ha dicho algo, pero no sabe nada, no me entendió; quizás tú si puedas. Yo he sentido durante mucho tiempo que hay algo en mi subconsciente, es un recuerdo placentero. Soy un ser pequeño, muy feliz y me acerco a un parque o jardín donde hay seres pequeños como yo, pueden ser niñas pequeñas jugando a la rueda. Al verme llegar corren hacia mí, me integran en la rueda y yo contentísima giro y giro. Esto dura poco, luego todos somos una masa y poco a poco se hace la oscuridad.

__¿Esto es lo que tú le contabas a Eugenio?.

__Esto es lo que yo quería contarle para saber si puede ser un recuerdo si fui con él a algún jardín o así o es algo mas profundo. ¿Tú sabes algo de las vivencias prenatales?

__Sí he oído que hay unos estudios sobre esto pero no le he prestado atención ¿es que tú sabes algo?

 __Pues sí, he leído un par de libros donde describen que el cerebro que se está formando puede al mismo tiempo almacenar información y describen muchísimos casos en que se ha comprobado que hechos sucedidos antes de nacer se recuerdan vivamente y pueden influir en el carácter de las personas. No es lo mismo un nacimiento bien asistido que cuando se presentan malas circunstancias.

__No me dirás que todo esto querías contárselo a Eugenio.

__Pues sí, tenía que contarle todo esto para que entendiera la base de mi alocada pretensión. Ahora puedo ver que era una ilusa, pero entonces todavía creía que podría revivir aquel momento de mi concepción. Tratando de recordar acabé por convencerme de que aquel momento idílico fue lo primero que registro mi mente. Cómo el óvulo que era el corro recibía a un pequeño ser que era el espermatozoide. Esa sensación de alegría y amor no se me olvida. Como la otra, terrible, del agua sucia que me inunda. Ahora se me ocurre que pudo ser cuando mi madre pensó abortar, aquel rechazo lo sentí como asco.

__Sigo sin entender la participación de Eugenio.

__Bueno, no es difícil de entender. Yo quería repetir con Eugenio aquel momento y él se prestó sin conocer mis intenciones. Claro está que las sensaciones fueron otras, no ya un jardín sino la bóveda del cielo; en lugar de sol había noche, pero al mismo tiempo una claridad en el aire, una brisa fresca y un sin fin de estrellas. En ese momento me di cuenta de que lo que estaba haciendo no era correcto pero no supe reaccionar. Supongo que Eugenio debió avisarme o yo debí darme cuenta de que su actitud era algo frecuente en él a tenor de cómo estaba de bien preparado ese lugar. Y después vino el susto y la mirada de Clara tan acusadora, más inquisitiva que si yo hubiera sido otra chica.

Agustín se levantó para distenderse un poco, fue a la cocina a ver a Conchita y volvió con una bandeja, más cositas de comer y después trajo unos refrescos.

__Ahora queda algo muy importante por aclarar: ¿cómo piensas seguir tu relación con Eugenio?
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Continuará...

miércoles, 19 de junio de 2013

SEDUCTORA - NOVENA PARTE



Me fui a donde sabía que encontraría a Mario y lo esperé. Tenía tantas cosas que contarle que necesitaba tiempo y posiblemente no terminase en un rato. Mis sentimientos eran de lo más encontrado: por un lado haber acabado con la duda que siempre había tenido sobre mi padre, y por otro saber por fín por qué habían tardado tanto en descubrírmelo. Otra nueva duda empezaba a filtrarse en mi mente al haberse solucionado la otras. Llegó Mario, y de entrada le dije:

__Abrázame, soy una nueva mujer. Ya no estoy en la cuerda floja de la duda de mis orígenes: acabo de conocer a mi padre y con él parte de la familia que yo tanto añoraba.

Se soltó de mi abrazo y tomándome de las dos manos me hizo dar unos pasitos girando al mismo tiempo:

__¡Pues es verdad, andas muy bien! Así que tienes tus pies firmes para andar. No sabes cuánto me alegro. ¿Y quién es ese feliz mortal a quien voy que pedirle tu mano?
Entonces me puse triste, me vino a la memoria lo que me había contado Clara y cambié la conversación.

__Mario ¿tú estás enamorado de mí?

__¿Qué dices, mi princesa? ¿Para que quieres tú un novio enamorado? En serio, dime porqué esa pregunta. Bueno primero te contesto: no estoy enamorado de ti, ni creo en el enamoramiento como base del amor. Enamorarse es mas bien un sarampión terrible que a veces nos ataca y nos deja sin defensas, destruye la autoestima y si estás estudiando podemos perder un curso. Claro que todo es si te enamoras de una persona que no es la adecuada. Y esto es lo que ven tus amigos, a unos les sirve de diversión y a otros de enfado porque no les haces caso cuando te dicen lo que ven: que la chica no está por ti en absoluto, que la han visto aquí o allá con otro...

__Veo que estas muy enterado del tema y creo que dolido ¿tú has pasado por eso?

__Sí, lo he pasado. Y tuve mucha suerte porque di con una mujer estupenda.

__¿Y me lo vas a contar?

__Sí, fue una experiencia esclarecedora. Yo lo pasé muy mal, pero aprendí tanto que aún se lo agradezco. Verás, vino una señorita para la secretaría del Instituto, una mujer de unos treinta años, muy guapa, de buen tipo, sabiendo sacarle partido a su figura con la ropa adecuada. Tenía un cabello de ensueño, largo, pasando de los hombros, lo movía sin ostentación al mismo tiempo que hablaba y se percibían tonos increíbles del rubio al cobre brillante. Su soltura al hablar con cualquiera se podría confundir con accesibilidad, pero no. Fuera de lo funcional, por ejemplo al pasar por un pasillo para ir a un asunto de trabajo, no se detenía con nadie, iba sonriente pero distante. Supongo que más de cuatro nos enamoramos de ella, incluido algún que otro profesor. Yo, como suele decirse, “bebía los vientos por ella”. Era un estar pendiente de sus entradas y salidas, de la sala de profesores, la cafetería, el parking. Llegué a sentirme mareado de tanta atención fuera de mí. Yo sólo la miraba, pero algún otro compañero se le acercó con aires de galán conquistador. En pocos días cambió totalmente su opinión sobre ella al extremo contrario, ya en lugar de considerarla fina y seductora la encontró vulgar y engreída. Yo seguía pensando que ella podía ser un arca llena de encantos por descubrir, dichoso el que pudiera abrirla. Entonces me llamó a su despacho, cuando entré cerró la puerta y de un mueblecito sacó dos vasos y dos refrescos. Me ofreció uno diciendo:

__Esto es todo lo que tengo aquí de momento, quiero hablar contigo de un tema algo delicado. He visto cuanto me miras y no solo lo veo sino que a veces siento por la espalda que me estas observando.

Yo me sentí como un parvulito que ha hecho no sabe qué y le van a reñir. Estaba preciosa, no sé si es que la luz le daba reflejos al pelo o que estaba un poco ruborizada o sencillamente es que me estaba hablando a mí. Al principio no la entendí bien: habló algo del veneno y de bastantes cosas que yo esperaba recordar bien después. Por fin entendí: su idea era que yo debía desenamorarme de ella y que para ello lo mejor era que la tratara más, así llegaría a ver sus defectos y esa ceguera mía se disiparía. Como necesitaba que alguien le ayudase en el archivo y viendo que yo era un joven respetuoso y responsable, me pedía por favor que tomase aquel trabajo. Yo no entendía mucho pero pensando que siempre hay tiempo de rectificar, acepté.

Así fue como tenía que estar a sus ordenes tres ratos por semana, y tal cómo había supuesto ella, poco a poco deje mis fantasías sobre sus encantos. Sin duda era la misma persona y en algunos momentos comentábamos temas de actualidad. En esas conversaciones vi que tenía una gran preparación en psicología y eso era lo que le daba aquella soltura para tratar a todos. Con sus charlas fue como aprendí que el enamoramiento es muy distinto del amor y a veces su enemigo. Que es como ponerse unas gafas de colores para mirar a la persona que nos enamora, pero las gafas se rompen casi siempre y si lo que ves sin ellas no te gusta, has estropeado tu oportunidad. ¿Qué te parece todo esto, mi pequeño cisne?

__Pues me parece que yo tampoco estoy enamorada. Quizás es que para eso tiene que ayudar el carácter, algo como ser muy optimista y verse muy guapo en el espejo para albergar esperanzas.

__¿Sabes, mi preciosa, lo que yo creo también? Que el amor es como el agua que nace en la montaña y enseguida se desliza buscando los sitios donde hace falta. El amor solo puede producir el bien.

__Me gusta mucho esa idea ¿así que tú has pensado en mi bien? ¿Por ejemplo en qué situaciones?.

__Pues en tu familia hay mucho que trabajar: tienes una madre casi ausente, un hermano que es una calamidad y dos medios padres que no hacen uno. Por todo esto no te confías a tus amigas y casi huyes de los muchachos. ¿No crees que yo, torrente del monte, tengo mucho que rellenar? -Y diciendo esto me envolvió con sus brazos. Es todo lo que yo quería oír, que nuestro amor no fuese ciego. Bastante lo había sufrido yo-.

__¿Entonces nos casamos pronto?

__En cuanto tú quieras. Bueno, y que a todos les venga bien y tengamos lo preciso.

Como yo quería salir pronto de mi casa acordamos que me encargaría de casi todo: de buscar el piso, de los documentos y de la iglesia, pues a su madre le ilusionaba mucho que fuera en la iglesia. Lograr esto fue difícil pero muy gratificante. Empecé por nuestra parroquia, en la que había meses de espera para conseguir fecha. En otras iglesias pasaba igual. Yo estaba decidida a ir incluso a otra provincia y así acabó siendo. La madre de Mario tenia un pariente sacerdote, párroco de una iglesia, y aunque él tenia también su agenda completa nos sugirió casarnos en la ermita de la Virgen de la Luna de la que era capellán, así que un día nos fuimos Mario y yo a ver la capilla y el entorno. Fue un viaje precioso, la verdad es que yo no había salido de mi ciudad casi nunca. Llegamos en un par de horas, pues el camino nos era desconocido.

Uno de aquellos días de trajín de la boda tenía yo menos que hacer y decidí ir a hablar con Eugenio ya que después no tendría ocasión.

Llegué a la oficina y cuando le vi le pregunté si tenía tiempo para mí. De momento me dijo que no porque esperaba una visita, pero en ese instante se oyeron voces de personas que hablaban alteradamente en el mostrador de fuera. Él ya había tratado aquel asunto y no quería que lo molestaran más. De un cajón de su mesa sacó unas llaves y me indicó que fuera al archivo por el portal y él entró por la puerta interior.

Con las llaves en la mano fui pensando cuantas veces hizo mi madre esa maniobra: entrar como a saludar, salir, y encontrarse con él a continuación.

Me pareció muy extraño todo: ya había abierto la puerta y guardé las llaves; fui a comprobar la otra puerta, la que da a la oficina y corrí el pasador.

Aquella parte de la notaría pertenecía a otro inmueble con solo dos habitaciones, una interior donde está el archivo, y la de entrada que sirve de salita para reuniones muy reservadas ya sean de trabajo o personales. Está provista de una mesa estrecha y larga junto a la pared, unas sillas repartidas y en medio de todo un gran sofá, convertible en cama si es preciso. Esta zona tiene ventanales que dan al patio central, con cortinas oscuras y algún que otro mueble. La cocina es espaciosa y también da al patio y está provista de comodidades y surtida de detalles para comer y beber.

Yo diría: casi un nidito.

Mientras yo curioseaba, Eugenio ordenó algunas carpetas que encontró fuera de lugar, después trajo un trapo y limpió cuidadosamente el polvo al sofá, por último buscó los vasos y unos refrescos que puso en una mesita que había traído de otro sitio y por fin se sentó en el y me invitó a sentarme yo también al tiempo que bebía medio vaso. Con esto se recuperó y sonriendo me dijo:

__¡Hola, ya he aterrizado!

__¡Pues bien venido a tierra, comandante!

__¿Vienes a contarme tus planes?

__No precisamente planes, lo que quiero es aclarar una duda que tengo desde hace mucho tiempo. No sé porqué hay una imagen en mi cerebro desde niña. Veras, tal vez sea un sueño, pero es demasiado persistente por eso creo que fue una vivencia de mi infancia o incluso de antes...

__¿De antes de la infancia? ¿Del periodo prenatal? He oído algo de eso pero no lo creo. En fin, cuenta.

__Pues yo tenia como dos o tres años o ninguna edad solo soy un ser que siente. Me veo entrando a un parque o jardín donde un corro de unos seis o siete niños que cantan y que al verme se abalanzan hacia mí para hacerme jugar con ellos. Me abrazan, me rodean y siento un amor que quisiera como derretirme y fundirme con ellos. Nunca he vuelto a sentir aquello que duró un tiempo y aun lo recuerdo o no es recuerdo sino sensación; pero lo cierto es que terminó en una negrura donde yo no podía ver nada, pero sentía Y te cuento esto por que al mismo tiempo creo que tiene que ver contigo. Como si tú me hubieras llevado a aquel sitio, pero al mismo tiempo sé que es otra cosa.

__He leído algo referente a las sensaciones que se conservan del momento de la concepción.

__Bueno, y si es así ¿cómo se podría volver a ese momento?

__Quizás algún día lo sepamos.

Noté en el rostro de Eugenio una sonrisa chispeante, me pareció que había encontrado una picara solución pero se dedico a su refresco. Como yo también quería saber otras cosas, le pregunté directamente si era allí donde se veía con mi madre. La pregunta le sorprendió muchísimo y le tuve que aclarar:

__Cualquier persona tiene derecho a saber su historia lo que se dice conocer sus raíces, ya sabes que mi madre nunca me ha contado nada de vuestra relación y ahora que me voy, menos. Para mi propia estima quiero saber si al menos soy producto de un amor...

__¡Claro que teníamos un amor, un amor loco, de súbito enamoramiento, de esos en los que uno cree que puede saltarse las barreras y que el otro y tú sois el mismo y el mundo una cosa aparte! Pero en poco tiempo a mí me despertaron como a garrotazos porque era mucho lo que dependía de mí. En cambio a Isabel le costó muchísimo aceptar la situación y todo lo que antes fue amor se convirtió en odio.

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CONTINUARÁ...