miércoles, 24 de julio de 2013

SEDUCTORA - FINAL DE LA HISTORIA



__Pues como antes de este ridículo episodio. Una visita de vez en cuando.
__¿De veras no vas a seguir viéndote con él?
__¿Pero te habías creído que iba a ser la amante de mi padre? Sabes que voy a casarme dentro de unos días.
__¿Así que de veras piensas casarte con ese muchacho?
__Pues sí, está casi todo preparado: tenemos un piso alquilado con muebles, hemos visto la capilla y me gusta mucho. Es una ermita dedicada a la Virgen de la Luna, en lo alto de un cerro. Desde allí se ve un paisaje enorme y cerca hay un mesón campestre que tiene fama por sus comidas al estilo del pueblo. Irán dos o tres amigos de cada uno, y por supuesto las madres, tías y quizá algún sobrino de Mario.
Agustín se quedó pensativo y añadió después:
__No te creía yo tan enamorada.
__¿Porqué iba a estarlo? El enamoramiento es mal camino para una relación. Es ponerse a los pies de los caballos y confiar en que no te pateen.
__¿Estas ya tan decepcionada del amor?
__No del amor, que es otra cosa. Tú sabes que yo soy el fruto de un enamoramiento y de esto he aprendido.
Llevábamos tanto rato hablando, que de pronto le dije a Agustín:
__Por favor, llévame a casa. Otro día continuamos. No os invito a la boda porque todo es muy informal y es lejos de aquí: es como un día de campo solo que yo llevaré un vestido blanco para que me vean bien.
Cuando llegué a mi casa busqué a Tataeu y la besé con mucha alegría en la cara, la cabeza y las manos. Tenía mucho que agradecerle por haberme cuidado tantos años y aguantar el carácter agrio de mi madre. Y guardar el secreto de la familia para que yo no sufriera. Linda Tataeu y ahora que la conozco de verdad nos vamos a separar. Como vio que yo estaba contenta ni me pregunto: le bastó verme.
Al otro día fui a verla de nuevo para ver que ropa tenía para mi boda, aunque le dije que íbamos a la fiesta del pueblo de la madre de Mario. Temía que se escapara un día antes. Me enseñó una blusa de encaje, era antigua pero muy adecuada. Tenía que comprarse una falda. Vi que le hacia ilusión vestirse de fiesta.
__Niña ¿dices que vamos a una iglesia?
__Sí tata, una ermita preciosa, con una Virgen con muchos devotos.
__Niña, ¿podría llevar mi velo bordado?
La volví a abrazar. Era estupendo poderle dar gusto.
__¡Claro que sí! Y tienen que peinarte alto para que no se te venga a la cara.
El sábado hablé con mi madre y Luis para que vinieran, pero sin descubrir el motivo:
__Mañana podéis conocer a Mario y su familia. Han organizado una pequeña romería desde aquí hasta la ermita de la Virgen de Luna de la que son muy devotos desde que estuvieron viviendo por allí.
Vendrá un sacerdote que es de la familia y luego pasaremos el día en el campo.
Se miraron los dos:
__¿Dónde dices que es? Dijo Luis. Disimulaba su curiosidad.
__¿Y vamos a pasar el día en el campo? ¿No será muy aburrido? Y mucha carretera para ti ¿no Luis?
__No, ya veras. Además viene por nosotros un amigo de Mario, así que podemos volver cuando queramos.
Nos ponemos guapos todos que esta va a ser la primera reunión familiar.
__¿Piensas casarte con ese muchacho?
__Estoy empezando a pensarlo y como dicen “quien quiere la col, quiere las hojas de alrededor” tengo que conocerlos un poco.
A la mañana siguiente mi hermano vio que nos arreglábamos para salir, por supuesto yo no quería que viniera con nosotros, así que le dije:
__Venga Luisito, vente con nosotros que vamos a visitar una ermita. Hoy va mucha gente, es como una romería
__¿Y que pinto yo en una romería?
__Pues lo mismo que nosotros, vamos porque nos gusta.
__Que os divirtáis mucho, no voy.
Era lo que yo esperaba que dijera, así que me libré de él. Vino, como estaba acordado, un compañero de Mario ya aleccionado para seguirnos el juego, y nos llevó en su coche. Realmente el trayecto era largo, pero supo hacerlo agradable.
Llegados al lugar nos enzarzamos en presentaciones y saludos. Toda la familia sabía que sólo mis padres no estaban al tanto de la verdad. Si se lo hubiera dicho no habrían venido.
Después de un rato de contemplar las vistas del paisaje y el encanto de la capilla tan cuidada, fuimos entrando, yo coloqué a Tataeu. Mi madre prefirió un banco aparte. Era el momento de irme a la sacristía donde mi traje de novia estaba extendido entre dos sillas. Muy fácil de poner, lo mismo que el tocado: todo había venido en una maleta en el coche de una amiga, la misma que me ayudó en el cambio.
La capilla es pequeña pero muy acogedora. El techo en forma de cúpula para el altar y el presbiterio con nervaduras en forma de cordón pintadas en dorado; del centro pende una lámpara antigua de cristal. Sobre una peana adosada a la pared, también dorada, una imagen de la Virgen, copia en relieve de un cuadro de Murillo, con la luna a los pies y los ojos levantados al cielo. Los bancos colocados en dos filas, dejan un pasillo central. Por él entraría yo sola, al terminar la presentación del acto. Se completa el edificio con una nave de techo a dos aguas.
Habían venido del pueblo varias personas, unas por devoción y otro grupo eran el coro de la parroquia, que iban a cantar.
En el primer banco a la izquierda se sentaba Mario , su madre en el primero de la derecha.
El sacerdote, revestido del color litúrgico rojo, pues era su tiempo, se colocó delante del altar y se dirigió a los presentes con esta alocución:
__Hermanos, nos hemos reunido aquí para honrar a la Virgen y juntos darle gracias porque a nuestra hermana le ha concedido un favor que le pidió. Este favor es que su hijo Mario se pudiera casar con ¡Marina Isabel! __A esta voz yo abrí la puerta y entré solemnemente por el pasillo central en medio de los aplausos de todos. Entretanto Mario y su madre, puestos en pie me esperaban en el escalón que sube al altar. Ambos me besaron y abrazaron.
Luego colocaron dos asientos para nosotros y empezó la ceremonia. El sacerdote rezaba y los asistentes le respondían.
Empecé a pensar, mejor a divagar, debía estar cansada al termino de tantos preparativos, el caso es que me vi como si fuese una crisálida a punto de salir en otro cuerpo. El traje me aprisionaba ligeramente. Fuera de mí había un mundo nuevo al que yo entraría dentro de poco. Era inevitable seguir adelante. Pensé un momento en mi madre que estaba allí detrás y ya todo era pasado: tal vez aun no había pensado bien lo que cambiaría mi vida, ya, en cuanto saliéramos de aquel recinto arrullador. Me propuse disfrutar de aquel momento. El coro había iniciado una canción bellísima. Eran dos hombres y tres mujeres los que cantaban con una devoción y esmero dignos de mayor auditorio.
Me dediqué a escuchar la canción y a la vez sentía como el tiempo se demoraba para facilitarme el paso de niña a mujer. Porque cuando a la noche me quitase el vestido yo sería otra, como la mariposa es otra que la oruga. La canción decía así:

Mira a tu Madre del cielo
que pura es y que bella
 Que pura, que bella.
Mientras pises este suelo
sea tu constante anhelo
 Parecerte siempre a ella
Mientras pises este suelo.
Sea tu constante anhelo
 Parecerte siempre a ella

Tú, que sabes la amargura
 Lo que es dolor
Del que llora sin consuelo
 Llorando estoy,
 sin consuelo
Tu que alumbras, Virgen pura,
 Alúmbrame
la senda que lleva al cielo,
 yo pecador creo en ti,
 llévame a ti
 Vuelve tus ojos Maria,
 A quien la luz busca en Ti,
 Vuelve tus ojos Virgen María,
vuelve tus ojos a mi.

Yo estaba siguiendo todo lo que se decía pero un poco ausente, como si no tuviera que oír ni decir nada. Seguramente el lugar tenía fuerzas telúricas que daban aquel bienestar.
Cuando terminó la ceremonia, supongo que contesté lo adecuado,  el sacerdote sonriéndonos dijo: “Pueden besarse los novios”, yo me abracé a Mario como si acabara de descubrir una tabla de salvación. Sentí vivamente que había dejado atrás la poca familia que tuve y en adelante sólo él sería mi apoyo, el único que me amaba, a quien yo trataría de amar.
Todos los presentes nos dieron aplausos y vivas, entonces yo volví a la realidad. Contemplé a la Virgen y toda la capilla para tenerla en mi memoria. Después vinieron los saludos, parabienes, promesas de verse pronto, besos incontables y las fotos.
Poco a poco fuimos tomando los coches para ir a la comida. Era en la colina de al lado y desde allí se veía la ermita y un panorama de montes majestuoso.
El dueño de aquel mesón campestre era un hombre de mediana edad, gordo y risueño, muy activo a pesar de sus quilos. En cuanto fuimos llegando, movilizó a media docena de ayudantes dándoles ordenes sobre lo que faltaba en las mesas y como tenían que servir.
Nuestros amigos se sentaban a su gusto, para charlar y bromear.
Me aparté un poco para hablar con mi madre pues la vi muy seria todavía.
__Mama ¿te ha gustado la sorpresa? Creo que no, ¿verdad? Pero era mejor así, sin protocolo.
__No querías que viniera tu hermano, él tenía que estar aquí.
__Pues tu sabes que se lo dije, pero no quiso venir.
En esto vi unos muchachos que no conocíamos, preparando una cámara de video muy grande. Pensé ¿quien los habría contratado? y Mario no me lo supo decir.
Me dirigí a los muchachos y ya al verme llegar se acercaron para presentarse:
__Señora nos ha contratado para este trabajo la notaria del Sr. Benítez.
Comprendí enseguida, era un regalo de mi padre.
El que no había hablado se quedó mirándome, le alargue mi mano pues lo vi como tímido y casi en voz baja me dijo:
__Me llamo Eugenio.
Yo retuve su mano un poco, con sorpresa y afecto.
__Tu sabes que yo debía llamarme Eugenia.
__Sí, lo sé, por eso he venido, pero nadie de aquí lo sabe.
Mi madre aun me miraba muy seria. Y como este era un dia definitivo, fui hacia ella, la abracé y besé diciéndole:
__Mamá, este dia es muy importante y por eso quiero darte las gracias de que por fin me dieras la vida, de que me hayas cuidado y mantenido. Aunque antes no lo comprendía, sé que tuviste razones para ocultarme a mi verdadero padre, pero todo lo he superado.
__Parece que Mario es un buen muchacho. Dios quiera que así sea y te vaya bien.
Mario vino a buscarme y yo me sentí muy bien, parece que por los poros de mi cuerpo entraba la armonía que todos procuraban, la empatía.
Allí empezó mi nueva vida.
El mesonero disfrutaba de ver que habíamos aceptado sus ideas para la comida: una cazuela de lentejas con chorizo que fue muy aplaudida, otra cazuela de cordero con patatas y una paella de arroz con pollo, mas una docena de platos pequeños y ensaladas. Todos teníamos algo preferido y el ir y venir de los mas jóvenes de una a otra cazuela me recordó un partido de fútbol.
Yo casi no podía comer por no perderme detalle de la diversión.
Empezaron a sonar los teléfonos móviles pues los que no habían venido buscaban a sus amigos. Se me ocurrió una idea: decirles que nos veríamos en el bar “La terraza” por la tarde y llamé al bar para que tuvieran una tarta preparada para nosotros. De modo que cuando terminamos la comida, bien entrada la tarde y fuimos llegando al bar se formó una algarabía por no haberlos avisado antes. Se consolaron al ver la merienda que les habíamos preparado y que podían estar con nosotros.
De pronto me sentí cansada, con nauseas por tanta comida, tanto ruido: le pregunté por señas a Mario si tenia las llaves de la casa, me contestó que sí y si quería que nos fuéramos. Sin más me fui acercando a la salida mientras les mandaba besos al aire a todos. Mario me dijo:
__Tengo que ir por el coche, pero yo ya bajaba la escalera y paré un taxi. Muy sorprendido el conductor dijo:
__¿De veras quieren un taxi?
__Pues claro, señor, lo ha dicho una dama.
Cuando llegamos a nuestra casa, le encargó al taxista que acercase el coche y le dio las llaves para que nos abriera la puerta. Ya dentro de la casa le pedí que me permitiera descansar un rato; me dio un beso y me dijo:
__¿Vas a ponerte guapa?
__Claro que sí, en cuanto me encuentre mejor.
Lo primero que hice fue tomar un gran vaso de agua con bicarbonato, que hizo su efecto, provocando ruidos que asustaron a Mario, hasta que comprendió mi intención. Esto era una parte de la limpieza, la otra fue un buen baño, y por ultimo el arreglo que él esperaba.
Mas bien, lo que él no esperaba. Mientras yo ocupé el baño él se arregló algo y estaba en el sofá adormilándose cuando me acerqué despacio.Me había comprado una túnica de gasa, pintada a mano por una japonesa: un estanque con nenúfares flotando y un cielo con garzas en vuelo, unas nubes: precioso.
__¡Oooooh! ¡Niña mía! ¡Esto es demasiado para un marido tan joven!
Claro que le gustó mi autentico “vestido de boda” y disfrutamos muchísimo nuestra recién estrenada intimidad, tal vez demasiado. Mario me besaba de forma distinta a cómo había hecho siempre Encontré que sus besos eran demasiado insistentes; como decíamos de niñas, “besos de cine”. Me quitó el vestido y luego me envolvió, me me arrolló con prisas porque yo le respondiera igual. De pronto me di cuenta que no era yo quien estaba en su pensamiento, que aquellos besos iban dirigidos a un pasado que no pudo completar: a una mujer apasionada a quien no pudo dárselos en su momento.
En brazos de este hombre que me besaba de aquel modo, aquel al que yo había preferido en lugar de mi familia, me sentí sola, otra vez sola. Pero ya había “quemado mis naves” y no tenía más que a él por más que fuese compartido no sé con quién.
Me abracé a él con fuerza y dije mi primera mentira.
__Perdóname por no haberme dado cuenta antes de lo mucho que me quieres.
__Si, te quiero mucho.
No supe si me lo decía a mí o a aquel fantasma que se había interpuesto entre los dos, pues es bien sabido que entre dos amantes siempre se presenta el recuerdo de otro, siempre hay comparaciones.
En medio de todo aquel revoltijo corporal que quería parecer la mejor expresión del amor, yo también aporté mi fantasma: mi padre. Fue tan diferente: me había dejado que yo buscara mi placer y no lo puedo olvidar aunque tuviera que ser breve por las circunstancias.
Y llegó el momento de iniciar el viaje de novios. Como yo no había salido nunca de mi entorno todo me pareció estupendo. Me maravillaba ante todas las vidrieras de colores, las tallas de los santos, sus ropajes conseguidos en la madera. Las custodias de las catedrales ¡Qué prodigio de filigranas! ¡Qué imaginación! Yo volví renovada, habiendo visto tanto mundo fuera me parecían mis problemas pasados simples guijarros en el camino.
Tanto me gustó haber conocido las artes, que decidí empezar a estudiarlas: no estaría mal trabajar como guía de museos. Pasaron unos días y me decidí por estudiar Arte: ir a una facultad u otra rellenar impresos, saludar a chicas desconocidas que luego serian compañeras, pero aunque estaba contenta, no me sentía muy bien. Tenía algunos pequeños mareos que procuraba disimular.
En un momento me vino una idea: ¿estaría embarazada? Sin decir nada a nadie compré un reactivo y seguí las instrucciones. Me fui a la biblioteca y tomé un libro importante para estar  ocupada un rato. Y allí estuve mas tiempo del necesario, pensando.
Volví a casa y con las manos temblando saqué la ampolla que, según las instrucciones, daba el color positivo. Me dio un mareo, pero yo me había propuesto ser fuerte y esperé que se me pasara. Me quede sentada un rato. Mi secreto duraría bastante aún. Menos mal que no me daban nauseas que me hubieran delatado. Mi vida acababa de tomar otro rumbo.
Tenía que averiguar discretamente si a Mario le alegraba o no el cambio en nuestras vidas porque no lo habíamos hablado antes.
Dejé pasar bastantes días y empezó el curso; una tarde fui a una ginecóloga porque no sabía si mi embarazo seguía su curso o se había perdido. Me hizo preguntas, pruebas y más preguntas. Yo debía saber fechas, pero no me creía al decirle la fecha de la boda ¿Y antes de la boda? Esto es normal pero tiene que saber la fecha.
Pues no, no hubo nada antes de la boda. ¿Porqué insiste UD.?
Porque este fetito tiene quince días más de lo que está UD. diciendo. ¿Se puede acordar ahora?
No sé cuantas emociones me invadieron, porque recordé, claro que recordé: haberme tragado el cielo con la estrella polar, que por lo visto se había alojado en mi. La doctora me dijo:
__¿Quiere que la deje sola, para pensar?
__No, no se vaya, UD me ayudará. Y si tuviera un refresco me sentaría bien, por favor.
Volvió con el refresco y comprendió mi caso: no traté de engañarla, pero no había pensado en mi padre.
__No puedo extenderme mucho, le dije: mi padre estaba casado y mi madre soltera, y como mi madre no consiguió que se separase de su esposa, amenazó con abortarme. Pero toda la familia de él se unió para darnos una casa. Mi madre aceptó pero impuso como castigo que él no me viera nunca. Y yo he estado sin padre hasta que me propuse encontrarlo y tuvo para mí todo el cariño que no me pudo dar antes.
__Bien, ¿y lo que nos afecta ahora?
__Yo quería saber como fui engendrada, conocer mi historia y ese era el principio. ¿Sabe usted lo que es estar mas de quince años esperando conocer a mi padre y saber que él también estaba deseando tratar a su hija? ¿Y que todo dependiera del odio que mi madre le había tomado después? Por fin nos conocimos, cumplimos nuestro deseo y hemos quedado como amigos. Me explicó como ocurrió todo entre mi madre y él, todo sin palabras pero muy bien ¿no cree?
__¿Y que pongo yo en su ficha ahora?
__Pues pone que a partir de la boda se supone que estoy encinta.
Terminó las fichas y me despidió dándome fecha para volver
Yo rebosaba satisfacción aunque lo disimulaba. Casi sin pensarlo tomé el camino de la notaría. En un bar cercano me senté a tomar algo y pensar. Sólo él tenía que saberlo, si es que podía encontrar ocasión.
Entré despacio tratando de no hacer ruido, vi que todos estaban en sus despachos. El de Eugenio tenía la puerta un poco abierta y me asomé ligeramente. Como hacia mucho que no iba por allí salió por la puerta interior a verme y me cogió las manos como era su costumbre. Yo dejé que una de ellas la besara y con la otra le hice seña de silencio, cuando vi que había comprendido que yo no iba a decir una palabra señalé mi vientre con la mano abierta y despegándola señalé el gesto de embarazo. Creo que sintió como yo: una tremenda sorpresa, alegría, estupor. Casi me comía las manos, pero estábamos en un pasillo y podía aparecer alguien, así que me desprendí de él.
Entré en el despacho de Clara y me senté un momento.
__¿Estáis bien por aquí? –pregunté.
__Sí, estamos bien. ¿Has visto a Eugenio?
__He visto que tenia visita en su despacho.
Le empecé a contar sobre mis nuevos estudios que me parecían muy interesantes, sobre todo porque no te obligan a estar dentro de una oficina. El viaje me había sugerido otras posibilidades con la pintura.
En esto sonó el teléfono interno de Eugenio. Clara lo escuchó, le dijo “¿quieres venirte aquí y te tomas la pastilla? Yo los atiendo mientras”.
Me di cuenta que se había emocionado bastante y tenía que cuidarse. Como si no hubiera oído aquello, dije:
__Veo que tenéis mucho trabajo, vendré otro día.
No quería cruzarme con él, una sola mirada nos hubiera delatado.
Desde niña yo había descubierto que el mundo de los adultos es el mundo de la mentira. Todos mienten aunque pretenden enseñar a los niños que no mientan.
Bueno pues yo creo que tengo mi titulo de adulta bien ganado.


Fin.

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