jueves, 4 de julio de 2013

SEDUCTORA - DÉCIMA PARTE


__Sí, lo del odio lo tengo bien patente. A veces me mira y creo que le disgusta que me parezca a ti y que Luisito sea tan feo como su padre. Yo estoy feliz en medio de todo, pero de verdad quisiera saber si lo que te he contado se podría saber que fue. Porque además tengo un recuerdo o sensación terrible y esta, estoy segura de que fue prenatal porque nunca en mi infancia ni después me ha podido ocurrir. En el sueño soy un ser vivo y percibo cambios como de calor o frió o movimiento, pero en un momento dado siento como si hubiera caído en una cloaca o mejor dicho como si la cloaca cayera sobre mí desde lo alto y casi me ahogo en el agua sucia, no puedo moverme y durante mucho tiempo me siento empapada de mierda. Luego aquello se va quitando solo, pero yo tengo miedo de que vuelva a caerme.

Eugenio se había puesto muy serio y me cogió de una mano, diciéndome:

__No guardes, más esos recuerdos, la imaginación puede producir cosas así. Vamos a hablar de cosas bonitas.

__Pues cuéntame como eran los encuentros con mi madre, ten en cuenta que yo no sé nada y eso forma parte de mi vida.

Eugenio se puso en pié y me hizo levantar diciendo: primero era un beso ligero, así…  Entonces me besó la mejilla, después en el cuello y la oreja; levantándome el pelo pasó a la nuca. Siguió por un hombro y pasando delante empezó a desabrochar el primer botón de mi blusa y me miró a los ojos para ver mi reacción. Empecé a comprender: era como si mi sangre se hubiera vuelto de vino y miel, una sensación nueva. Le agarré por los brazos como temiendo que se fuera y sin saber porqué le ayudé a seguir desabrochando, observando su mirada complacida al ver mis pechos que son algo pequeños. En este momento ya el vino y la miel habían tomado posesión de mi cerebro, en torrente que entraba por mi piel con cada uno de sus besos, muy sabiamente distribuidos. Él dirigía mis movimientos con suavidad y me amasaba tiernamente como para que yo supiera donde estaba cada parte de mi cuerpo y al tiempo los nombraba como se hace con los niños pequeños. Me dejó tendida en el sofá y al poco rato volvió, entonces la lección fue a la inversa: supe donde estaban sus brazos, su espalda; todo lo aprendí.

No cesaba de acordarme de mi madre porque aquel era un cuerpo magnifico y más si estaba enamorada.

Estoy segura de que yo conocía aquel cuerpo, de que mi subconsciente estaba lleno de emociones y vivencias de aquella época: por eso mis manos se movían con sabiduría por aquellas curvas. También las de él me amasaban con eficacia. No solo conocía mi cuerpo por fuera: un beso en la boca, que abarcó entera con la suya, hizo que me llegase como un vino caliente hasta un lugar de mi vientre que yo ignoraba. Me parecía ser una esponja donde la sangre y el licor aquel, delicioso y extraño, corrían juntos.

Llegó un momento en que me invadieron otras sensaciones. Me sentí como en un monte alto, la oscuridad era casi total, distinguía algunas estrellas no obstante sentía una gran claridad, un aire tenue me refrescaba la cara y yo me había tragado la mayor. Estaba allí, donde el gran beso llegó antes, sus destellos no eran de luz sino un palpitar generoso y así no supe distinguir si yo estaba en el cielo o el cielo estaba en mí. Juntos éramos, un monte, o tal vez un árbol gigantesco de un solo tronco y muchísimas ramas. Un UNO fuera del mundo. Me acordé entonces del sueño o vivencia que yo quería aclarar, aquel del parque y la acogida tan cariñosa: de golpe lo comprendí. Porque el momento era a la inversa. Pudiera ser yo el jardín y estar dando la bienvenida a un pequeño ser que se acercaba alegre y lleno de ilusión. Mi cabeza se despejó y en ese instante pude notar un cambio en el ritmo de su respiración, o fue un pequeño suspiro lo que percibí.

Me desprendí de él, le pregunté si se encontraba bien, vi que no, pero no supe qué hacer. Me indicó la chaqueta donde tenía una pastilla para ponerse debajo de la lengua. Después yo me vestí en un momento. Tomando el teléfono marcó él numero de Clara y me lo dio para que yo hablase con ella. Yo estaba nerviosa, no sabía que decirle pero tuve que explicarle que estaba con él en el archivo, que no se encontraba bien y que quería que ella viniese. Fue entonces cuando me di cuenta de que yo no podía vestirlo y Clara se daría cuenta de todo, así que busqué algo para cubrirlo.

Encontré una manta y algunas toallas. Abrí la puerta pues ya la oía subir y su sorpresa fue mayor de lo que yo esperaba. Cuando lo vio casi gritó:

__¿Pero qué pasa aquí? ¿Estáis locos? ¿Qué habéis hecho? Ella misma comprendió que el no podía hablar, y aunque yo dije que no hacíamos nada de particular, ella se quedó mirando mi blusa que en la prisa había me había abotonado mal.

ÉL había marcado otro teléfono y se lo alargó a ella, que al mirarlo vio que era el de Agustín y le preguntó si era para que viniera. ´El asintió.

Agustín llegó pronto, lo auscultó y nos dijo a las mujeres que nos fuéramos a la cafetería a esperarlos.

Clara estaba muy agitada. Me tomó bruscamente del brazo y me llevó casi empujando por la calle. Cuando nos sentamos frente a frente la encontré demudada.

__¿Qué te parece lo que has hecho? Eugenio no está bien.

__No te creerás si te digo que fue idea suya, yo solo vine a charlar, a preguntarle cosas de mi primera infancia.

__Pero no te negaste ¿verdad?.

__Pues no, ha sido estupendo conocer a mi padre desde su primer momento. Saber como fui engendrada, el primer minuto de mi historia personal. Y además creo que en algún momento pensó en mi madre.

El semblante de Clara manifestaba una gran confusión.

Entretanto llegó el camarero y nos preguntó:

__¿Café y tostadas, como siempre?.

__No, yo quiero tila... Bueno trae las tostadas.

Yo pedí un zumo de naranja.

__¿Así que la idea fue de él? No me lo puedo creer.

__Pues estaba tan bien que se olvidó que no debía, ya verás como está repuesto: aquí vienen.

Venían los dos: Eugenio estaba un poco pálido, pero vi que disimulaba una sonrisa. Y Agustín bromeaba un poco diciendo:

__El susto que me ha dado, y todo porque no quería vestirse solo.

Trajeron las meriendas. Yo los observaba, el semblante de Clara me parecía el de una madre que ve a su hijo subido en un árbol otra vez, después de muchas heridas El de Agustín reflejaba un poco de cansancio, un como “otra vez este niño”, a pesar de su tono distendido. Pero mi gran sorpresa y que tuve que disimular, es que con la mirada Eugenio me decía: otro día será mejor, te espero. Y poniéndose la mano en la boca me indicaba que tomaría la pastilla antes.

Esto me tranquilizó, volví a sentir sus caricias que casi había olvidado con la actitud de Clara. Comprendí que era el momento de irme y poner en orden mis pensamientos. Agustín me llevó a casa.

Por el camino no habló nada, aunque lo noté contrariado pero al llegar a casa me dijo:

__Yo soy casi el jefe de esta familia tanto por mi profesión de médico como porque he tenido que tomar decisiones y quiero saber lo que está pasando y como va a seguir esta historia. No ahora, pero quiero que vengas a la consulta y que hablemos.

__Yo también quiero saber si me aceptáis en la familia o veis este encuentro conmigo una cosa casual y sin mas consecuencias y sobre todo que hay algunos secretos y ya soy una mujer para conocer mi pasado.

Quedamos para unos días después.

Unos días más tarde yo estaba por la calle viendo escaparates por algo para la boda y sonó mi teléfono:

__¿Tienes las llaves?

__Sí, las tengo.

__¿Quieres venir ahora?

__Sí, ¿Entro directamente?.

__Sí, procura no hacer ruido.

Entré en el portal y subí despacio. Ya dentro preparé los refrescos, repasé la cocina y el baño: todo estaba en orden. Al poco él entró desde la oficina.

__¿Sabes que tenemos a todo el mundo en contra?

__Bueno, pero ya se pasará. Hoy por lo menos estaremos tranquilos.

Y de inmediato empezamos a desvestirnos uno al otro, disfrutando del ritual. Me pude dar cuenta de que era un experto en el tema de provocar sensaciones, los estímulos estaban graduados. Me pareció que yo me estaba beneficiando de muchas lecciones anteriores y me gustó. Y puesta a ello le sorprendí con nuevas caricias: una rara inspiración me guiaba. Otra vez éramos UNO ajenos a todo.

En un momento sentí un ligero soplo de aire por mi espalda. No podía ser, todo estaba igual que al entrar pero se había roto el encanto, y dándole un gran beso dije:

__Vámonos pronto.

Una sensación de urgencia se apoderó de mí; le ayudé a vestirse, retiré los vasos.

En esto se oyó una llave en la cerradura de la oficina, que no se abrió porque yo había pasado el cerrojito. Luego la voz de Clara preguntando en voz baja

__¿Estáis ahí?

Eugenio estaba sin los zapatos; recogí su chaqueta y le indiqué que saliera hacia arriba por la escalera.

Clara hablaba con una chica de la oficina diciendo que la puerta tenía que abrirse si no estaba cerrada por dentro. Para comprobarlo dijo a la chica:

__Vamos por la calle a ver que pasa.

Era lo que yo esperaba: que se apartase de la puerta para descorrer el pasador y correr a la escalera.

Eugenio estaba en el rellano superior: noté que tenía su pastilla debajo de la lengua y parecía muy cansado.

Yo me senté en un escalón desde donde veía solo las cabezas de las que iban a entrar, al momento llegaron, Clara iba delante con sus llaves. La chica antes de entrar miró hacia arriba y no me vio, se quedó casi a la entrada. Al poco rato salieron.

__¿Ve usted como estaba abierto? Es que a veces las llaves se ponen tontas.

Después de salir ellas, Eugenio y yo nos fuimos a la cafetería.

Al poco llegó Clara y nada mas entrar nos vio, se hizo la distraída se entretuvo con alguien y luego se acercó a nosotros.

__Hola, ¿cómo estáis? Y ¿cómo es que estáis aquí?.

__Pues estamos bien, contesté yo, aquí charlando. Y tomando chocolate. Aproveché el detalle de que en la mesa había dos tazas vacías.

__Pues yo ya me marchaba.

Lo decía sin gana, y la noté mas ajada, con menos brillo que otras veces.

__Quédate un poco con nosotros y toma algo.

__Pues yo tomaré ahora una manzanilla, el chocolate estaba un poco pesado Dije esto y él se rió diciendo:

__¡Es que no paras!

De pronto una idea me vino a descubrir lo que había intuido: Clara está enamorada en secreto de Eugenio. Mientras lo ha tenido para ella sola ha disfrutado de su compañía y su familiaridad pero ahora que había aparecido yo, estaba confusa y no podía decirle nada.

Ha empezado a darme pena. Siguen charlando olvidados de mí.

Voy tomando despacio mi manzanilla y pienso: parece que he llegado a remover unas aguas sucias pero tranquilas. Lo mejor será que me aparte de ellos en cuanto sepa lo que saben de mí. O quizás ni siquiera me interese ya.

Ya se ponen de pie para salir, yo los sigo y en un gesto disimulado le doy a Eugenio las llaves del archivo.


Llegó el día acordado con Agustín para ir a su casa. Llegué un poco temprano y me recibió Conchita, su mujer. Apenas la había visto en otra ocasión pero ahora pude observarla: se conservaba joven todavía a sus cincuenta años y le gustaba arreglarse. Un bonito vestido de casa de color vivo, el pelo peinado en rizos, llevaba pendientes y anillos. Y su porte y andar manifestaban estar segura de sí misma. Con todo, me pareció demasiado.

Me acompañó al despacho, me indicó el sofá para que me sentara y ella lo hizo en una silla de respaldo recto, al lado de la mesa. Vi que tenía ganas de hablar, yo no, incluso ni con Agustín, pero me había comprometido.

__¿Así que vas conociendo a tu familia?. Son muchos primos y cuñados. Por cierto ¿Has conocido ya a Amalia?

__No, ¿es otra prima?

__De ninguna manera: es la mujer de Eugenio. Es tu segunda madre, a ella le debes la vida.

__No sé, de que me hablas, ¿estuve en algún peligro?

__¿Peligro dices? ¿No te han dicho que tu madre te quería abortar? Pero Amalia…

Me puse en pie de un salto para huir, porque lo que sentí fue como un cubo de agua sucia que me arrojaran a la cara. Al momento caí de rodillas delante de ella y con el pecho llegué al suelo. Me sentí a un paso de la muerte, con todo mi cuerpo descoyuntado y mi sangre no por las venas sino empapando la masa de carne que era yo. Conchita se espantó y empezó a gritar. Quería ayudarme y no podía. Yo tardé bastante en reconocer mi cuerpo.

Llegó Agustín y ella salió a su encuentro espantada. Él pudo alzarme del suelo y tumbarme en el sofá, pidió agua, yo casi no podía beber, los dientes me tiritaban como en estado de fiebre. Conchita quería explicarle pero él no la dejó. Me tomó el pulso, me miró las pupilas. Al fin me dijo:

__¿Venías enferma, o es un disgusto lo que te ha puesto así?.

__Disgusto.

__¿Por Conchita, ella te ha disgustado?.

No podía decir sí ni no. Me cogí de su brazo y esto me empezó a reponer.

__Te voy a poner una inyección. Hay que tranquilizarte.

__No, no, dame agua y espera un poco. Ya estoy mejor.

Entró Conchita muy apurada, había llorado y se retorcía las manos.

__¿Qué ha pasado aquí, mujer? El tono de Agustín era muy severo y ella volvió a llorar.

Como yo estaba cogida a su brazo, con la otra mano le acaricié la mejilla diciéndole:

__Ella no tiene la culpa, es que algo que me ha dicho me ha impresionado, pero ya se me pasa. Déjame aquí un poco y cuando puedas, Conchita, me das un poco de té.

Salieron los dos y los oí discutir en voz baja. Él volvió pronto a mi lado a tomarme el pulso. Creo que me dormí un momento porque vi algo repulsivo que me inquietó de nuevo: era mejor no cerrar los ojos.

Apareció conchita con el té y me animé a tomarlo; ellos también lo tomaron. Por un ratito tuvimos una conversación tranquila pues los tres lo necesitábamos.

__Yo no sabía que mi madre quiso deshacerse de mí pero esa sospecha la tenia muy intuida, que le estorbaba y a Tataeu se lo dije un día: parece que mi madre hubiera querido ser artista de algo y por tenerme a mí no pudo y no me lo ha perdonado. Lo cual es muy extraño, porque tenía que saber que su relación con mi padre la llevaba a eso.

__Claro que lo sabía y esa era su estrategia para conseguir a Eugenio porque lo que ella quería era un marido, una casa y luego los niños. Como las cosas no se resolvían a su favor, entre otras cosas porque no conocía a Amalia, se decidió por el niño primero. Esta solución no le dio los resultados que esperaba y entonces nos amenazó con abortar. En realidad no hubiera podido criarte y trabajar, así que formamos consejo de familia y decidimos proporcionarle una casa. Para eso hubo que hipotecar dos pisos que tenia Amalia y comprar tu piso. No te voy a detallar las exigencias de tu madre. La decisión final fue poner la casa a tu nombre, como creo que ya sabes, pero al llegar tú a los veinticinco años tienen que dejar que tu dispongas quién va a convivir contigo en ella. Se supone que puedes casarte y querer tu casa.

__¿Y lo del marido, como se solucionó? ¿Dónde estaba la joya de Luis?, Pregunté.

__Luis había trabajado en la oficina y le gustaba tu madre. Cuando vio que se gestionaba la casa en aquellas condiciones se animó a pretenderla. Tu ya habías nacido y se casaron cuando la casa estuvo terminada. Pero sabían que con el tiempo tendrían que abandonarla.

__Claro, así cuando empezó el tema de la casa yo empecé con mis averiguaciones. Pero antes has dicho que mi madre no conocía a Amalia.

__¡Claro! Se habría dado cuenta de que Eugenio no estaba tan libre como ella creyó al principio. Y de que había alguien que pensaba con cordura. Amalia no consintió que él cometiera el delito de colaborar con el aborto. En su amor por él demostró una gran generosidad aportando bienes que le correspondían a sus hijos, pero exigió que Eugenio cortara toda relación con la madre y la hija. Tu madre fue más allá y no dejó que te viera nunca, pero había que velar por ti y trajimos a Tataeu de su pueblo para cuidarte.

__¿Así que Tata es de vuestra familia también?

__Sí, sí, es Maria Eugenia.

Me quedé muy pensativa, eran muchas novedades para un solo día.

Conchita se retiró, trajo más té y unos pastelillos y nos dejó solos.

Me estaba dando cuenta, cuanto pesaba yo en esta familia, cuántos sacrificios para que tuviera una casa antes que sus propios herederos. Sentí cómo dos mujeres enfrentadas por el amor del mismo hombre habían hecho que yo sufriera tanto y al mismo tiempo tenía que estar tan contenta.

__Así veo porqué Conchita dijo que era mi segunda madre. ¿Sabe ella que os he encontrado?.

__Sí, y está disgustada. Creía que el tema había concluido y no sabe que actitud tomar. ¡Si supiera lo de estos días pasados se pondría enferma!

__Tú esperas que yo te explique lo que viste en el archivo. Supongo que él te ha dicho algo, pero no sabe nada, no me entendió; quizás tú si puedas. Yo he sentido durante mucho tiempo que hay algo en mi subconsciente, es un recuerdo placentero. Soy un ser pequeño, muy feliz y me acerco a un parque o jardín donde hay seres pequeños como yo, pueden ser niñas pequeñas jugando a la rueda. Al verme llegar corren hacia mí, me integran en la rueda y yo contentísima giro y giro. Esto dura poco, luego todos somos una masa y poco a poco se hace la oscuridad.

__¿Esto es lo que tú le contabas a Eugenio?.

__Esto es lo que yo quería contarle para saber si puede ser un recuerdo si fui con él a algún jardín o así o es algo mas profundo. ¿Tú sabes algo de las vivencias prenatales?

__Sí he oído que hay unos estudios sobre esto pero no le he prestado atención ¿es que tú sabes algo?

 __Pues sí, he leído un par de libros donde describen que el cerebro que se está formando puede al mismo tiempo almacenar información y describen muchísimos casos en que se ha comprobado que hechos sucedidos antes de nacer se recuerdan vivamente y pueden influir en el carácter de las personas. No es lo mismo un nacimiento bien asistido que cuando se presentan malas circunstancias.

__No me dirás que todo esto querías contárselo a Eugenio.

__Pues sí, tenía que contarle todo esto para que entendiera la base de mi alocada pretensión. Ahora puedo ver que era una ilusa, pero entonces todavía creía que podría revivir aquel momento de mi concepción. Tratando de recordar acabé por convencerme de que aquel momento idílico fue lo primero que registro mi mente. Cómo el óvulo que era el corro recibía a un pequeño ser que era el espermatozoide. Esa sensación de alegría y amor no se me olvida. Como la otra, terrible, del agua sucia que me inunda. Ahora se me ocurre que pudo ser cuando mi madre pensó abortar, aquel rechazo lo sentí como asco.

__Sigo sin entender la participación de Eugenio.

__Bueno, no es difícil de entender. Yo quería repetir con Eugenio aquel momento y él se prestó sin conocer mis intenciones. Claro está que las sensaciones fueron otras, no ya un jardín sino la bóveda del cielo; en lugar de sol había noche, pero al mismo tiempo una claridad en el aire, una brisa fresca y un sin fin de estrellas. En ese momento me di cuenta de que lo que estaba haciendo no era correcto pero no supe reaccionar. Supongo que Eugenio debió avisarme o yo debí darme cuenta de que su actitud era algo frecuente en él a tenor de cómo estaba de bien preparado ese lugar. Y después vino el susto y la mirada de Clara tan acusadora, más inquisitiva que si yo hubiera sido otra chica.

Agustín se levantó para distenderse un poco, fue a la cocina a ver a Conchita y volvió con una bandeja, más cositas de comer y después trajo unos refrescos.

__Ahora queda algo muy importante por aclarar: ¿cómo piensas seguir tu relación con Eugenio?
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Continuará...

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