jueves, 1 de marzo de 2012

LOS SABIOS OLIVOS GRIEGOS

W.A.Mozart
Adagio. Trío para violín.

Son tan antiguos y tan sabios que yo pienso que estuvieron en el paraíso y que, por su antigüedad, han acumulado tanta sabiduría. Para mí son el ejemplo del equilibrio. Advierto su jugosa perfección que parece obtenida a base y después de muchos ensayos.

¿Cómo era el olivo antes de decidirse a ser así? Porque no tomó esa forma por azar. El olivo es paciente, es fuerte. Se arraiga a la tierra con seguridad antes de mecer sus hojas al aire. No crece mucho. Se diría que quiere ahorrar trabajo a la savia que tiene que subir y no necesita de altos aires para mecerse. Así pues, la altura justa para despegar su fruto del suelo. Las hojas satinadas para que no se escape el agua con tanto esfuerzo tomada a la tierra y pequeñas ¿para qué más? Lo justo para respirar. No se abandona al lujo ni se tienta por la admiración al follaje.

Y el fruto...
¡Con qué cuidado lo trabaja y con qué economía!

Primero por la flor blanca, o parda, una pequeña flor le basta y ¿para qué dar trabajo a nadie? Se sirve del aire para transportar su polen. Así no precisa vestirse de bellos colores ni de gratos sabores para atraer a las trabajadoras
volanderas, como mariposas, avispas y toda esa pequeña tropa. En verano empieza su tarea y para cuando otros árboles empiezan a bostezar y perder ánimo para sostenerse en el aire, el olivo, el fuerte y resuelto olivo, prepara su fruto.

Lo ha pensado bien, en principio un fruto pequeño, digamos que fácil de manejar. ¿Sabía acaso de las manos de las aceituneras, a veces niñas?

Reducido sí, pero denso, no pierde esfuerzos en darnos un jugo dulce y efímero, no, lo suyo es la duración, el proyecto de futuro, un fruto que aguanta en el árbol y en la casa y después de exprimirlo, en la vasija. Durar es lo suyo. Así es el fruto, compacto, pequeño, lleno de jugo, pero paciente. Pues no por pensar en el presente se olvida del futuro y yo diría que van parejas su ofrenda con su promesa: cada fruto lleva una semilla. Ni pequeña como la mostaza ni grande como el níspero. Casi la mitad de la oliva es semilla y bien protegida en madera para poderla confiar a la tierra largamente. ¡Esto es su futuro, pero su presente es el aceite que nos da!.

Cuando lo ponemos en una lamparilla es la luz del sol, la que a través del aceite nos vuelve a iluminar.

Y es bueno para todo. Se aviene con casi todos los demás frutos de la tierra y los hace mejores.

Es tan bueno el aceite, que por ser, a veces, lo mejor que tienen los hombres se lo ofrecen a los dioses.

¡El aceite sirve para hablarle a Dios!

¡0h! ¡Sabios olivos griegos!.

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