jueves, 30 de mayo de 2013

SEDUCTORA - OCTAVA PARTE


__Cuando sepas todo lo que se refiere a tu vida empezarás a dar las gracias a Dios y a todos nosotros. Tu familia, sí, yo también soy tu familia. Prepárate a ser fuerte porque vas a saber cosas que no te van a gustar:

Cuando tu madre y Eugenio estaban en un idilio, que no se podía llamar noviazgo porque él estaba ya casado y tenía dos hijos, llegó el momento en que se quedó embarazada de ti. lo tenían muy oculto pero al fin él nos contó que su amada Isabel esperaba que se divorciara de su mujer y se casara con ella. Viendo ella que no podía conseguirlo, al fin confesó Isabel que lo más importante para ella había sido conseguir tener una casa y un marido.

Y para que tú no sufrieras el trauma de tu madre, date cuenta que se hizo por ti, hubo que hipotecar dos casas para comprar el piso en que vives. Y para que de verdad fuese tuyo está puesto a tu nombre. Cuando viniste a esta oficina para saber de quién era el piso no te pude decir toda la verdad, que es la siguiente: Cuando tengas veinticinco años podrás decidir quién va a vivir contigo. Por eso Luis te dijo que estaba comprando un piso, y es cierto, lo he comprobado.

Espero que veas como Eugenio te ha querido.

__Te creo, Clara, pero al menos algún trato por parte de Eugenio, mientras yo no tuviera edad de entender...

Clara me interrumpió vivamente:

__Tu madre no consintió en ningún momento el menor contacto, estaba llena de odio y resquemor contra todos nosotros. Solo pudimos conseguir que dejara que Tataeu te cuidara y eso porque le convenía.

__¿Así que Tataeu es de la familia?

__Claro, los tres somos primos por parte de madre.

Yo ya me había serenado algo, pero mi pena seguía siendo muy grande: en el cuerpo sentía frío y en el pecho como si tuviera que tragarme una nube espesa y negra que apenas me dejaba respirar.

__Clara, ¿tu comprendes que una madre pueda ser así? Porque el sustituto de padre que tengo es también de lo mas seco.

__Lo que tienes que mirar es al futuro, que es muy bueno. Lo de tener un padre y una madre cariñosos, a veces es hasta perjudicial, porque te llegas a creer que todo en la vida va a ser fácil y amable, en cambio así sabes que tienes que depender de ti y te esfuerzas más. Y por otra parte piensa que pocas personas cuentan desde su nacimiento con una casa propia. Tu tienes además, ese muchacho que te quiere, tus estudios terminados y un proyecto de boda. Lo pasado no va a mejorar por recordarlo, y tienes todo un futuro que preparar y disfrutar. ¿Quieres que vayamos a ver a Eugenio? Se ha quedado muy preocupado.

Fuimos a la oficina, Eugenio estaba en su despacho, solo, ni un papel en la mesa, ni la tenue música ambiental que se oía en toda la oficina llegaba hasta allí. Se diría que estaba meditando.

Al entrar nosotras levantó la mirada. Había cambiado mucho desde que salí un rato antes. Parecía mas bajo, menos luminoso que otras veces, como si una fina red gris lo envolviera. Estaba sufriendo. Quizás nunca imaginó que su generosidad fuera mal entendida. O que yo podía ser tan extraña como mi madre. Recordé todas las cosas que me había contado Clara.

Dando un rodeo a la mesa me acerqué al sillón y le tendí mis dos manos, tirando un poco para que se pusiera en pie. Me abracé a él con fuerza. Sentí que estaba lleno de mí, que una parte de su ser se reencontraba conmigo y desbordaba en aquel abrazo tan deseado. Yo respiraba aquel amor guardado a la fuerza por no sé que imposiciones.

Junté mi mejilla a la suya, noté como se restablecía el calor perdido. En silencio nos besábamos en la cara y las manos una y otra vez. ¡Había tanta lejanía acumulada! ¡Tanto tiempo perdido! Yo respiraba como quien respira oxígeno, me sentía crecer entre sus brazos, se perdió la nube que antes tenía en el pecho... Y lo sentí llegar, fue un beso en la boca, un beso absoluto, grandioso. Por fin los dos éramos uno, respirando el mismo aliento.

Sentimos entrar a Clara, pero seguimos. Era mi primer beso, nada que ver con los de Mario, tan dulces. Este beso traía empuje de años y yo quería mas y más. Se me ocurrió que así tuvo que ser el beso de Dios a Adán para darle la vida. Me separé un poco de él para mirarle la cara y supe que allí estaban los besos que mi madre se negó a recibir, esperándome a mí.

Clara se cansó, o tal vez no le gustó el rumbo que tomaba aquel encuentro, porque alzando la voz dijo:

__Dejad un poco para otro día, hoy hay que seguir trabajando.

__Niña mía, quiero conocer a tu muchacho ¿te parece bien, querrá venir aquí?

__¡Lo mato si no! Hablaré con él en cuanto pueda.

Salí de allí sintiéndome como si flotara. 

CONTINUARÁ.....

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