martes, 23 de septiembre de 2014

TOMAR DECISIONES. Primera parte.



“Hay momentos clave en la vida en los que hay que tomar decisiones, hay que saber tomar decisiones”. Esto lo dice mi padre con mucha frecuencia. Y mi madre le da la razón. Pero no sé por qué, no sé si ella sabe lo que son decisiones o cómo se toman.
Yo sé lo que es tomar la sopa, el café. O que cuando te dicen ”toma”, hay que alargar la mano y coger lo que te den. Eso es tomar. Ya sé algo, pero “decisiones”… ¿Es como fideos quizás”  ¿o como vacaciones? Porque cuando mi padre dice que va a tomarse unas vacaciones, se va de viaje.
También lo de “clave” me tiene aturdida porqué he buscado la palabra “clave” y dice el libro que es “llave”, o “piedra que cierra un arco”. O sea, que hay momentos de llave, o de piedra. Un momento de llave es cuando abren para entrar o cierran al salir de casa mis padres, o las del coche. Pero no cogen mas que una llave y el bolso. Entonces, ¿donde llevan las decisiones? 
Creo que es lo mismo que “decidir”, o sea, “ir”. Una vez dijo mi padre: “me voy a decidir a comprar ese disco”. Pero no se fue. Yo me fijé en que si decía ir y no se iba, es que esa palabra es rara. 
Otro día estaba mi madre mirando en su armario sus vestidos, mi padre la llamó:
_¿No te vistes?
_Sí, ya me he decidido.
O sea “ido”, pero no se había ido todavía.
Y para más confusión mía, estaba una tarde mi padre en su butaca pensando, porque no leía ni escribía. Mi madre se le acercó y le preguntó:
_¿Qué haces?
_Estoy tomando una decisión.
_Ah, muy bien.
Pero yo no vi nada en sus manos. Así que llegué a pensar que “decisiones” y “clave” son palabras de un lenguaje secreto para que yo no me entere de lo que hablan, así que abandoné el interés por ellas. Ya me daban asco. Claro que podía preguntarle a mi profesora, pero ¿para qué?. Creo que no es asunto mío.

Vamos a una academia de costura una tarde sí y otra no. Mi madre se llama Isabel y su amiga Paquita. Yo coso una falda, que es muy fácil y mi madre se hace vestidos. Una tarde mi madre iba muy arreglada y estaba algo nerviosa. Cuando entró Paquita cruzaron unas miradas raras y Paquita le preguntó:
_¿Te has decidido?
Yo pensé: Otra vez el “ido” ¿No ves que está aquí?.
Pero mi madre dijo “sí” y empezó a doblar la costura.
A mí me dijo:
_Vamos a ir Paquita y yo a un recado.
_Bueno, no tardéis.

La profesora de la academia nos miró a las tres de modo diferente pero no entendí el porqué. Cuando ellas se fueron, me levanté y dije que iba a tomar una coca-cola, pero me fui siguiéndolas. Iban deprisa y entraron en un portal donde un letrero pequeño decía: MAQUILLAJE. MASAJE. RELAX.
Subieron por el ascensor. Yo corrí un poco y subí por la escalera a tiempo de verles los pies en el rellano, ante la puerta. Terminé de subir y fui a la misma puerta que tenía un letrero igual que el de la calle. No había puerta sino un cortinón pesado de terciopelo rojo y detrás otro igual. Un joven vestido de ropas ceñidas en negro me pareció el portero:
_¿Puedo pasar? Mi madre acaba de entrar al maquillaje, supongo.
_No, señorita su mamá no ha entrado aquí.
_La acabo de ver, es la que lleva un moño italiano y una blusa verde...
Salió de detrás de la cortina otro joven, no tan joven, vestido también de negro y ceñido con un cinturón de muchos colores. Se acercó al ascensor, lo llamó, y tomándome del codo me hizo entrar mientras daba al botón de bajada diciendo:
_Hay doscientas mujeres con moño italiano y blusa verde.
Yo no soy tan tonta y tampoco hay doscientas mujeres así de altas, con zapatos dorados y blusa verde.

Volví a la academia, tomé mi costura y no sabía por donde seguir. La profesora fue muy amable y me ayudó aunque vi en su expresión algo como quererme preguntar dónde había ido. Quizás es que tardé un poco:
_¿No ibas a traerte una coca-cola?
(ya salió la  pregunta)
_Sí, me la he tomado allí mismo.
Creo que quedó satisfecha. Yo seguía pensando si ella sabía donde iba mi madre y auque quise seguir con la costura de mi falda, no avanzaba.
Al rato llegaron mi madre y su amiga. Les brillaban los ojos y estaban torpes. Mi madre traía el moño mal arreglado y los labios de un color diferente al suyo. No dije nada, pero noté alguna sonrisa guasona en dos de las señoras que cosían.

Otro día, también desde la academia, se fueron a comprar unos hilos. Como se iban sin mí, con un poco de rabia le dije:
_Si vas al maquillaje, que te arreglen mejor que el otro día: traías el moño flojo y los labios de un color muy raro.
Yo recuerdo, lo vi en una película, cómo se queda la gente cuando oyen un disparo, o hay un temblor de tierra: parados todos, mirándose unos a otros, a ver si alguien lo entiende. Fue mi madre la primera en disimular diciendo:
_Vamos, Francisca, que cierran la tienda.
Las demás señoras me miraban a mí.
Yo me quedé sin coca-cola, para escuchar si hacían algún comentario. Yo no tenía ganas de coser. Vinieron al rato, muy arregladas y pintadas y con los hilos comprados. Mi madre me dijo cariñosamente:
_¿Ves como no hemos tardado?
_Pero me podías haber llevado a la tienda y además os habéis tomado un café, seguro, y yo ni un refresco.
Mi madre se quedó sorprendida de mis quejas y algunas señoras se rieron por lo bajo. La profesora no les hizo caso cuando le preguntaron algo: claro, si vienen y se van a otra cosa (ella suponía a qué), no merece la pena guiarles la costura. El resultado de todo esto es que no me llevó más a la academia y que yo me aburría en mi casa.

Unos días después vino a visitarnos un muchacho vecino de otro piso, quería hablar con mi padre. Lo pasaron a la salita, mi madre cerró mi puerta para que yo no oyera la conversación. Claro que yo abrí un poco y escuché lo que hablaban, pero no me enteré de mucho porque no conocía su voz. Pero a mi padre y a mi madre sí, que decían:
_No, no puede ser, esta chica no está preparada para la vida ni para una relación seria y menos para el matrimonio, como usted dice que podría llegar.
_No, no está preparada para tomar decisiones.

¿Pero que clase de padre tengo yo?. Dice que no sé tomar decisiones y no me enseña, y por eso rechaza a un muchacho que parece buena persona. Antes no lo entendía. Pero ahora me da rabia.

... CONTINUARÁ...

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