martes, 10 de enero de 2012

BODA RÚSTICA

Sonatina. Bela Bartok
En la casita, en el claro del bosque está la pareja, se casaron hace poco. Amanece con una débil luz cuando se despiertan, parece que hay viento o tormenta pero se pasa pronto. A lo lejos suena un trote de caballos y coches que se acercan: son familiares que vienen, a los cinco días de la boda a verlos y traerles alguna cosa para la casa. Se reparten por los porches, van a ver el ganado, a ayudar a instalar la casa de labor; tienen gallinas y patos. Las mujeres dan consejos a la muchacha sobre diversas cosas pero ella no puede retener tanta idea. Está muy contenta de tenerles allí pero echa de menos a su marido, que está ahora con los hombres, que también le dan consejos sobre los animales. Al verse con tanta responsabilidad hay una nostalgia del tiempo  en que podían hablar más.

Han venido dos jovencitas que lo observan todo para aprender a tener su propia granja. Se ponen a comer de lo que han traído y de lo que  han hecho en el horno de leña. Es como una segunda boda pero, más familiar y tranquila. Ya han entrado en el mundo de los adultos, el trabajo y la responsabilidad.

Las primitas quieren ver el ajuar que está en sus cajones y admiran tanto bordado y finura.

Empiezan las despedidas, todos quieren hacer patente su interés por los jóvenes casados y no se cansan de darles consejos. Ya se preparan los coches. Los caballos se alegran de volver a andar por entre la hierba del campo y el río cercano.

Se quedan solos al fin y se sientan juntos a recordar cuantas cosas les han dicho. Emocionados por saberse queridos y agasajados se levantan y se ponen a bailar incluso se toman una copita de vino. De pronto recuerdan que hay que recoger a los animales: ya son unos pequeños granjeros.


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